HOMBRE Y MUJER ANTE LA CONFUSIÓN ACTUAL ACERCA DE LA IDENTIDAD SEXUAL (III).
Hombre y mujer desde la perspectiva de la fe
Adolfo J. Castañeda, MA, STL
Director de Educación de VHI
En este artículo tratamos el tema de la persona humana como hombre y como mujer desde la perspectiva de la fe, es decir, de la revelación de Dios que la fe acoge, tal y como esta revelación es interpretada y explicada auténticamente por el Magisterio de la Iglesia Católica. Basamos nuestras reflexiones en el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe titulado "Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el Mundo", del 31 de mayo de 2004.
En ese documento leemos que "la segunda narración de la creación (Génesis 2:4-25) confirma de modo inequívoco la importancia de la diferencia sexual... Adán experimenta una soledad, que la presencia de los animales no logra llenar. Necesita una ayuda adecuada. El término designa aquí no un papel subalterno, sino una ayuda vital... La palabra hebrea ezer, traducida como ayuda, indica el auxilio que sólo una persona presta a otra persona. El término no tiene ninguna connotación de inferioridad o instrumentalización. De hecho, también Dios es, a veces, llamado ezer respecto al hombre (cf. Esdras 18:4; Salmo 9:10, 35)" [1].
Comentando sobre este pasaje del Génesis, el Papa Juan Pablo II escribió: "La mujer es otro 'yo' en la humanidad común. Desde el principio aparecen [el hombre y la mujer] como 'unidad de los dos', y esto significa la superación de la soledad original, en la que el hombre no encontraba 'una ayuda que fuese semejante a él' (Gn 2,20). ¿Se trata aquí solamente de la 'ayuda' en orden a la acción, a 'someter la tierra' (cf Gn 1,28)? Ciertamente se trata de la compañera de la vida con la que el hombre se puede unir, como esposa, llegando a ser con ella 'una sola carne' y abandonando por esto a 'su padre y a su madre' (cf Gn 2,24)" [2].
"De este modo, el cuerpo humano, marcado por el sello de la masculinidad o la femineidad, "desde 'el principio' tiene un carácter nupcial [o conyugal], lo que quiere decir que es capaz de expresar el amor con que el hombre-persona se hace don, verificando así el profundo sentido del propio ser y del propio existir". Comentando estos versículos del Génesis, el Santo Padre [Juan Pablo II] continúa: "En esta peculiaridad suya, el cuerpo es la expresión del espíritu y está llamado, en el misterio mismo de la creación, a existir en la comunión de las personas 'a imagen de Dios'" [3].
En relación con el tema del matrimonio en este relato de la creación del Génesis, el Papa Juan Pablo II afirma: "En la 'unidad de los dos' el hombre y la mujer son llamados desde su origen no sólo a existir 'uno al lado del otro', o simplemente 'juntos', sino que son llamados también a existir recíprocamente, 'el uno para el otro... El texto del Génesis 2,18-25 indica que el matrimonio es la dimensión primera y, en cierto sentido, fundamental de esta llamada... Toda la historia del hombre sobre la tierra se realiza en el ámbito de esta llamada. Basándose en el principio del ser recíproco 'para' el otro en la 'comunión' interpersonal, se desarrolla en esta historia la integración en la humanidad misma, querida por Dios, de lo 'masculino' y de lo 'femenino'" [4]. "Tenemos aquí el centro del diseño originario de Dios y la verdad más profunda del hombre y la mujer, tal como Dios los ha querido y creado. Por más transtornadas y obscurecidas que estén por el pecado, estas disposiciones originarias del Creador no podrán ser nunca anuladas" [5].
"El hombre --ya sea hombre o mujer-- es persona igualmente; en efecto, ambos, han sido creados a imagen y semejanza del Dios personal" [6]. "La igual dignidad de las personas se realiza como complementariedad física, psicológica y ontológica [es decir, en el ser mismo de la persona, como hombre y como mujer], dando lugar a una armónica 'unidualidad' relacional, que sólo el pecado y las 'estructuras de pecado' inscritas en la cultura han hecho potencialmente conflictivas. La antropología bíblica [la visión que tiene la Biblia de la persona] sugiere afrontar desde un punto de vista relacional, no competitivo ni de revancha, los problemas que a nivel público o privado suponen la diferencia de sexos" [7].
"Además, hay que hacer notar la importancia y el sentido de la diferencia de los sexos como realidad inscrita profundamente en el hombre y la mujer'" [8]. "La sexualidad caracteriza al hombre y a la mujer no sólo en el plano físico, sino también en el psicológico y espiritual con su impronta consiguiente en todas sus manifestaciones" [9] "Ésta no puede ser reducida a un puro e insignificante dato biológico, sino que "es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano" [10]. "Esta capacidad de amar, reflejo e imagen de Dios Amor, halla una de sus expresiones en el carácter esponsal del cuerpo, en el que se inscribe la masculinidad y la femineidad de la persona" [11].
De toda esta enseñanza claramente se deduce que el matrimonio entre un hombre y una mujer es una institución creada por Dios e inscrita en la naturaleza misma del hombre y la mujer. Se trata de una institución natural, es decir, su origen es divino y es intrínseca al ser humano hombre-mujer. La institución matrimonial hunde sus raíces y su razón de ser en la igualdad entre el hombre y la mujer, y, al mismo tiempo en su diferencia complementaria, así como en la unión sexual entre los dos abierta a la vida. Tiene sus propias leyes, bienes y valores, que Dios le ha dado y ha inscrito en la naturaleza humana. De ahí que ninguna persona, ninguna autoridad, pública o privada, tiene el derecho de trastocarla, porque es anterior a cualquier institución social y al Estado mismo.
Lamentablemente, el pecado ha trastocado esta visión originaria de la relación hombre-mujer, así como la vivencia de la misma. Por ello es que a lo largo de la historia y, particularmente en la actualidad, existe esta confusión respecto de la identidad sexual. Esta confusión redunda no sólo en la insensata ideología del mal llamado "matrimonio homosexual", sino en un ataque frontal contra el corazón mismo del verdadero matrimonio. Ello es sumamente preocupante, porque el matrimonio es la base de la familia y, en el plano humano, de la civilización cristiana.
La razón por la cual afirmamos, por un lado, que el matrimonio es el fundamento de la civilización cristiana y, por el otro, que el "matrimonio homosexual" es un ataque frontal contra el mismo, es porque, como ya se ha afirmado, la relación hombre-mujer, tal y como Dios la ha creado, es constitutiva del ser humano, como hombre y como mujer, y lo es, más todavía, en su relación con Dios. El pecado ha alterado la relación de la humanidad con Dios (dimensión teológica)precisamente alterando la relación hombre-mujer (dimensión antropológica). Por ello, el documento que estamos citando dice tan certeramente:
"Se trata de la dimensión antropológica de la sexualidad, inseparable de la teológica. La criatura humana, en su unidad de alma y cuerpo, está, desde el principio, cualificada por la relación con el otro. Esta relación se presenta siempre a la vez como buena y alterada. Es buena por su bondad originaria, declarada por Dios desde el primer momento de la creación; es también alterada por la desarmonía entre Dios y la humanidad, surgida con el pecado. Tal alteración no corresponde, sin embargo, ni al proyecto inicial de Dios sobre el hombre y la mujer, ni a la verdad sobre la relación de los sexos. De esto se deduce, por lo tanto, que esta relación, buena pero herida, necesita ser sanada" [12].
En los próximos artículos continuaremos abundando sobre la dualidad en unidad entre el hombre y la mujer desde la perspectiva de la fe, es decir, de la revelación de Dios en la Biblia explicada por el Magisterio de la Iglesia y acogida por el Pueblo de Dios por medio de la fe. Nuestras reflexiones irán encaminadas a mostrar la sanación que la revelación de Dios muestra como necesaria para la actual confusión respecto de la identidad sexual.
Notas:
[1]. La colaboración del hombre y la mujer, no. 6 y nota 5.
[2]. Juan Pablo II, Carta Apostólica Mulieris dignitaten, sobre la dignidad de la mujer (15 de agosto de 1988), no. 7. Citado en La colaboración del hombre y la mujer, no. 6, cf. la nota 6.
[3]. Juan Pablo II, Catequesis "El hombre-persona se hace don en la libertad del amor" (16 de enero de 1980), no. 1; Catequesis "La concupiscencia del cuerpo deforma las relaciones hombre-mujer" (26 de julio de 1980), no. 1. Citados en La colaboración del hombre y la mujer, no. 6, cf. las notas 7 y 8.
[4]. Mulieris dignitatem, no. 7. Citado en La colaboración del hombre y la mujer, no. 6, cf. la nota 9.
[5]. La colaboración del hombre y la mujer, no. 6.
[6]. Congregación para la Educación Católica, Orientaciones educativas sobre el amor humano. Lineamientos de educación sexual (1 de noviembre de 1983), no. 4. Citado en La colaboración del hombre y la mujer, no. 8.
[7]. La colaboración del hombre y la mujer, no. 8.
[8]. Ibíd.
[9]. Orientaciones educativas, no. 4. Citado en La colaboración del hombre y la mujer, no. 8.
[10]. Íbid.
[11]. La colaboración del hombre y la mujer, no. 8.
[12]. Ibíd.
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