AGRESIVIDAD NO ES VIOLENCIA.
Como hemos apuntado en otras ocasiones y en las partes anteriores Crisis, What Crisis?, The Rise of Women y The End of Men, de este artículo CRISIS DEL VARÓN. CRISIS DE PATERNIDAD, si bien el Feminismo en sus orígenes era “una batalla por la justicia y la dignidad de la mujer”, en esta lucha, “la mujer, sin apenas percibirlo, comenzó a renunciar a su propia feminidad, sin ser consciente del menoscabo que esto implicaría a largo plazo para su libertad y su pleno desarrollo personal”.
Hemos visto como el Aborto y la Ideología de Género se entronizaban en el Feminismo en un supuesto Nuevo Orden Mundial que ya no se expone sino que se necesita imponer por sus connotaciones contra-natura; mientras que surge simultáneamente un NEOFEMINISMO liberador para la mujer y también para el hombre, y capaz de volver las aguas a su cauce.
El varón no es inmune a toda esta simbiosis de una sociedad feminizada, sino que padece en mayor medida los efectos del Feminismo de Género hasta el punto de encontrarse en una verdadera crisis ante un avance de la mujer en la sociedad.
Vemos ahora como la Agresividad es una cualidad del varón mal entendida. Agresividad que no es violencia, sino empuje, coraje.
Continuamos con María Calvo Charro, en el Capítulo Crisis del varón, crisis de paternidad de su libro Alteridad Sexual. Razones Frente a la Ideología de Género hablando The End of Men.
AGRESIVIDAD SIN VIOLENCIA
El Dr. Macnamara, tras un análisis exhaustivo de miles de retratos masculinos en los medios de comunicación, encontró que en la mayoría de las ocasiones los hombres aparecen como villanos, agresores, pervertidos y vividores, mostrando pobres ejemplos de masculinidad para los jóvenes. En muchas series de televisión, el único modelo aceptable de hombre es el afeminado o el homosexual. En la misma línea, señala Rosin, como las mujeres casi siempre son presentadas como emprendedoras organizadas, casi perfectas; mientras que los hombres aparecen como vagos, torpes, sin ambiciones y teleadictos (Rosin, 2012).
El feminismo de género se niega a aceptar la existencia de una crisis del varón. Y se amparan en los sucesos, casi a diario, de casos de violencia en los que las mujeres son agredidas o mueren a manos de sus parejas, para someter a la masculinidad a un juicio colectivo en el que carece de presunción de inocencia. Y rescatan a los hombres de su masculinidad creyendo que nos hacen un favor a toda la humanidad, cuando lo que realmente ocasionan es un inmenso perjuicio, puesalimentan al monstruo que querían aniquilar: la incomprensión hacia las especificidades propias del varón puede producir sentimientos de frustración y violencia. De este modo, sin percibirlo, echan más leña al fuego que pretendían sofocar. Como afirma Sinay, «nadie es violento cuando puede ser como es. Cuando una mujer desprecia la agresividad de los hombres confundiéndola con violencia contribuye a sembrar gérmenes de violencia. Cuando una mujer y un hombre construyen un espacio de convivencia en el que todas las expresiones emocionales (con sus diferencias) les están permitidas a ambos, construyen también un antídoto contra la violencía... El fantasma, y a menudo el prejuicio, de la violencia sobrevuela sobre cada varón. Muchos, para no ser acusados de violentos, terminan por sofocar su agresividad. Esta confusión produce una suerte de castración emocional. Debemos tomar conciencia (una conciencia no culposa) de que la agresividad es parte de nuestro equipaje natural. Cuando nos aceptemos y seamos aceptados agresivos, dejaremos de ser destructivos. Con agresividad se construyen edificios y catedrales, se cruzan mares, se atraviesa el espacio, se exploran experiencias desconocidas. Con la violencia de hacen guerras, se somete al prójimo, se destruye el amor. La agresividad no da motivos de vergüenza. La violencia, sí» (Sinay, 2001: p. 75).
Esta incomprensión hacia los hombres y sus especificidades está trayendo una serie de efectos perversos cuyas consecuencias todavía no hemos comenzado a percibir con claridad. A pesar de todo, hoy las políticas, medidas administrativas y simpatías sociales siguen dirigiéndose hacia las mujeres; ignorando la profunda crisis por la que atraviesa el sexo masculino, capaz de provocar un desequilibrio en la sociedad de consecuencias muy graves en un corto plazo si no se toman medidas antes de que sea demasiado tard
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