El verano amenazaba con irse en ese 1984.
Marisa había armado el encuentro en Suarez y Mitre, en una época con pocos teléfonos, sin celulares ni internet.
El hombre esperaba solo en la esquina hasta que notó el grupete bajo el puente e identificó a varios, acercandose resignado al desencuentro.
Allí se la presentaron para desequilibrio de una amante presente.
Ella siempre le recordaba su camisa con gaviotines.
En ese momento, Celeste, Nahuel y Patricia tensaban para existir y fogoneaban el encuentro.
Comenzó entonces una historia borrascosa y apasionada.
El hombre, jamás había amado tanto a una mujer, ni volvió a hacerlo.
Sin embargo, ocurrió la vida.
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Todas las noches, el hombre subía a su moto y viajaba 25 Km. hasta el puente para dejar ramos de flores justo en ese lugar.
No se entiende si era un homenaje o recuerdo póstumo.
Pero siempre lo hacia como un rito que comenzaba al atardecer cuando cortaba las flores cultivadas en su jardín.
Esa noche fué distinta a las demás, invadida por un clima extraño de ausencia.
Se retiraba del lugar, cuando el canto de un zorzal que anunciaba verano, lo despertó.
Aturdido se sentó en la cama en medio del sopor.
Fué hasta la ducha para darse un baño de realidad.
Sonreía mientras el agua caía.
Se vistió, afeito y arranco la moto a la que dejó regulando, para comenzar a seleccionar las flores de su jardín.
Viajo contento hacia el Norte en un tránsito indiferente.
Llegó a su Meca afectiva y depositó las flores casi como un homenaje al homenaje soñado.
Retornó entonces hacia el Sur con una sonrisa dura.
Detenido en un semáforo, tuvo tiempo para recordar a su padre en la punta de la mesa diciendo......"Si te lo propones, todos tus sueños, pueden ser realidad"....
Y el hombre se preguntó, si alguna vez su padre había amado tanto a alguien como el a Patricia.
Las lágrimas le entorpecian la vista, y el tránsito arrancó con el cambio en el semáforo.
Y el hombre apuró la marcha, para llegar a tiempo a sus sueños que lo esperaban pacientes en casa.
El estampido alteró la mediocridad del barrio y perforó un manojo de sueños.
Patricia revolvía en una olla con la vista perdida en el recuerdo.
El zorzal insistía en anunciar el verano.
Marisa había armado el encuentro en Suarez y Mitre, en una época con pocos teléfonos, sin celulares ni internet.
El hombre esperaba solo en la esquina hasta que notó el grupete bajo el puente e identificó a varios, acercandose resignado al desencuentro.
Allí se la presentaron para desequilibrio de una amante presente.
Ella siempre le recordaba su camisa con gaviotines.
En ese momento, Celeste, Nahuel y Patricia tensaban para existir y fogoneaban el encuentro.
Comenzó entonces una historia borrascosa y apasionada.
El hombre, jamás había amado tanto a una mujer, ni volvió a hacerlo.
Sin embargo, ocurrió la vida.
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Todas las noches, el hombre subía a su moto y viajaba 25 Km. hasta el puente para dejar ramos de flores justo en ese lugar.
No se entiende si era un homenaje o recuerdo póstumo.
Pero siempre lo hacia como un rito que comenzaba al atardecer cuando cortaba las flores cultivadas en su jardín.
Esa noche fué distinta a las demás, invadida por un clima extraño de ausencia.
Se retiraba del lugar, cuando el canto de un zorzal que anunciaba verano, lo despertó.
Aturdido se sentó en la cama en medio del sopor.
Fué hasta la ducha para darse un baño de realidad.
Sonreía mientras el agua caía.
Se vistió, afeito y arranco la moto a la que dejó regulando, para comenzar a seleccionar las flores de su jardín.
Viajo contento hacia el Norte en un tránsito indiferente.
Llegó a su Meca afectiva y depositó las flores casi como un homenaje al homenaje soñado.
Retornó entonces hacia el Sur con una sonrisa dura.
Detenido en un semáforo, tuvo tiempo para recordar a su padre en la punta de la mesa diciendo......"Si te lo propones, todos tus sueños, pueden ser realidad"....
Y el hombre se preguntó, si alguna vez su padre había amado tanto a alguien como el a Patricia.
Las lágrimas le entorpecian la vista, y el tránsito arrancó con el cambio en el semáforo.
Y el hombre apuró la marcha, para llegar a tiempo a sus sueños que lo esperaban pacientes en casa.
El estampido alteró la mediocridad del barrio y perforó un manojo de sueños.
Patricia revolvía en una olla con la vista perdida en el recuerdo.
El zorzal insistía en anunciar el verano.
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