
Estamos en un lugar que genera ansiedad, a veces desasosiego, a veces temor, porque es el lugar en donde cualquier cosa es posible, donde nada es definido o cierto, donde todo nos puede pasar. Las viejas reglas han sido borradas; las viejas certidumbres, arrojadas más allá. Somos hombres desnudos en una selva desconocida, con amenazas de monstruos y tormentas, sin alcanzar a ver horizonte en la maraña.
La suerte del reino depende de lo que pase en la corte, pero en la corte están todos ocupados en las ceremonias que ellos se hacen a sí mismos, ahí sí con sus reglas estrictas de protocolo, de reverencias, de trajes de gala, de marchar seguros y erguidos en ese escenario bonito que se ha instalado algo más arriba que el piso de los mortales.
De tanto pasear por ese circuito chico que recorren diariamente, los de la corte no se dan cuenta del miedo que tienen los de la selva de que les roben o maten a sus chicos. No se dan cuenta del horror del narco, con el que algunos funcionarios del reino hacen negocios a costa de tantos muertos anónimos. No se dan cuenta de que los que deben dar seguridad se han tomado el delito para sí mismos; que los que deben impartir justicia esperan órdenes y tienen ropas demasiado lujosas para su estatus. Las ropas delatan lo incorrecto, gritan el pecado susurrado por todos? De ahí la angustia y la desprotección de los de la selva.
Los de la corte, que querían hacer su voluntad, que querían que sus deseos fueran soberanos y lo lograron, tampoco se dan cuenta de los efectos provocados por sus prohibiciones de vender y de comprar y por su decisión de no respetar la propiedad ajena. Si nadie es realmente dueño de nada seguro, el poder de los que mandan es muy grande, pero la ansiedad de los mandados es paralizante. Por eso, en la selva, la creatividad que genera el don de la libertad que Dios nos dio está oculta y escondida, inmóvil, estéril. Por eso se han empezado a producir menos cosas y han empezado a faltar otras: bulones, remedios, discos, libros, tejidos, dólares.
Los de la corte pueden inventarse un pasado a medida y depredar lo que hay en el presente, pero no pueden, sobre esas bases, construir futuro. Los dioses dieron libertad y capacidad de eternidad a los hombres y los de la corte nunca podrán apropiarse de esos dones de todos, que son los dones que generan el arte y la producción. Y no hay libertad sin derecho, sin policías y sin jueces que apliquen la ley. No hay libertad si los legisladores dejan todo en manos de la voluntad cambiante de la corte.
En el mundo no nos atacan más. Para el mundo no existimos más (“hagan lo que quieran, que no nos importa”, dicen). No hay amigos de la Argentina en los Parlamentos de allá afuera; sólo hay algunos viejos conocidos, socialistas, demócratas o liberales, que nos dicen cosas que parecen un pésame y nos preguntan si vamos a volver, algún día. El monarca del gran imperio celeste de Oriente ha venido a decirnos su agenda: infraestructura, alimentos, recursos naturales, integración productiva, apertura comercial, ciencia y técnica, confianzas mutuas, movimientos políticos mundiales coordinados? Pero nosotros no tenemos tiempo para hacer de eso una realidad, porque ocupamos toda nuestra energía en maniobras de barrio y en luchas contra fantasmas destituyentes inventados. Hemos reemplazado la democracia de todos, la del 83, por la lucha de facciones sin reglas ni verdad.
Sin embargo, otra Argentina es posible. La de la paz, la del amor, la de la verdad. La de la recuperación de las certezas, de la ley igual para todos, de la severidad del derecho para quienes deben protegernos con seguridad y justicia. La de la libertad para crear cultura y producir. La de la austeridad en los gastos y estilos y la moderación en las cargas burocráticas e impositivas. Ese potencial está en los hombres de la selva, pero sólo se hará realidad si una propuesta con visión e integridad los lidera. Sólo la unión de muchos diferentes, sin exclusiones miopes, puede producir esa energía.
Autor : Federico Pinedo
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