sábado, 15 de septiembre de 2012

Conste que sigo (o seguía) con la apatía política y bloguera. Conste que dije que no iba a participar de ningun cacerolazo (aunque lo apoyara). Conste que laburaba hasta las 22 horas (y la concentración era a las 20).


Pero esas constancias no pudieron contra el empujón masivo de la gente y el espíritu que se le impuso, y lograron mover la esperanza que albergaba en estado criogénico dentro mío. Hasta último momento intenté evitar el llamado, volvía a recordar mis hastíos, me repetía que no servía de nada, hasta hice un esbozo de camino alternativo para evitar físicamente la congregación. Pero finalmente, el calor se filtró por algún resquicio invisible, y logró penetrar en lo más profundo de mi ser. El 13, terminé asistiendo a una de las concentraciones y me amalgamé con los pedidos de la parte del Pueblo que más represeta los intereses realistas de la Argentina del hoy y del mañana.
Las experiencias y conclusiones (buenas, malas, curiosas), todavía se agolpan sin mucho orden dentro de mí, por lo que simplemente voy a exponerlas numeradas, sin más formateo que ese:
  1. Con una mano en el corazón, esperaba otro fiasco como en los últimos cacerolazos. Inclusive arrancaron adelantados (muchos iniciaron a las 19 horas) como las veces anteriores. Pero gratamente ví que me equivocaba y que la genteREALMENTE estaba cansada y con ganas de despertar.
  2. Trabajando en una planta con muchachos de UOCRA, el chiste del día era el “vos que salís ahora vas para ahí, ¿no?”. Se sorprendieron cuando les dije que sí. Un pariente de un sindicalista, dijo que habría que ametrallarlos a todos (y después los violentos éramos los congregantes…), aunque asumió que ahora sí había una cantidad de gente importante. Los que entraban/salían, tenían puesto TN y miraban seriamente, algunos con la boca abierta. Un día después, hablando con un laburante ex-puntero peronista y ex-kirchnerista (convertido por su servidor :-) ) me dijo que por las dudas, no dijese nada de mi asistencia. Concordé. Cosas que pasan en un país libre, ¿vió?
  3. Le escribí a mi mujer para ver si estaba viendo la TV, cerca de las 20 horas. Me dijo que no (estaba afuera con mi nena) y me preguntó por qué. Cuando le recordé la marcha, me dijo que encima tenía a una maestra K en la mesita de al lado (estaba en una cadena de fast food). Más tarde me dijo que, hablando con ella, la educadora no sabía un montón de cosas, y que de la indignación de los nuevos datos (más otros que ya sabía, pero que parecía no haber asimilado)… iba a agarrar una cacerola y sumarse al reclamo. También me llamaría emocionada casi hasta las lágrimas, porque todos en la calle tocaban bocina, incluso el mismo colectivo en el que volvían (en una zona regularmente muda).
  4. Mi nena de 5 años se mostró contenta con el reclamo generalizado. Y parece que intuyó por dónde venía la mano y hasta armó su propio cántico… incluyendo el nombre de Cristina. Hacía tiempo que había tenido una salida acorde con “Cristina Kirchner es mala, como los ladrones” sin que le dijésemos nada. Mi mujer me la pasó por teléfono mientras cantaba… y casi fue definitorio para mi participación a kilómetros de distancia. Después le diría a mi esposa que prendiese la TV, y le mostrara a nuestra benjamina que ella estaba formando parte de eso que veía. Se mostró muy animada y hasta evitó jugar con una amiguita que cayó de prepo para no perderse los cacerolazos. No tenía pensado que supiera de política hasta más grande, pero evidentemente el kirchnerismo y el ingreso de La Cámpora a las escuelas, aceleró el proceso. Otra vez, gracias Cristina…Un día después le mostré un video en el que salía, rodeado de mucha gente, en la lejanía, y se mostró muy orgullosa y extrañada. “¿Toda esa gente quiere que Cristina no robe más? ¡Son un montonazo!
  5. Cuando salí del trabajo, la marcha más cercana seguía, por lo que apuré el paso para llegar antes de que todo terminara. Habré llegado 22.15 a Acoyte y Rivadavia, y todo siguió hasta casi 22.45. Los que dijeron que “casi llegó a las 22 horas”, mintieron. La Policía Federal, inclusive abrió el tránsito mientras todavía quedaba gente en el lugar. La polipolicía de Garré parece que ya no respeta a nada ni a nadie.
  6. Haciendo memoria, ésta fue mi primer participación en una marcha (anti)política. Ya había tenido 3 participaciones en piquetes contra Edesur con vecinos de la zona, pero nunca una movilización que se relacionara con temas de la política, menos la de un país entero.
  7. Mi ingreso a la marcha fue un tanto particular. La gente de la zona estaba relativamente bien vestida, y fui el foco de las miradas por un tiempo. Imagínense: llegué con camisa y pantalón naranja cuasiflúo, recién salido de una jornada de trabajo, y portando una mochila a mis espaldas. Cuando pasé el examen de “no infiltrado”, todo fue más relajado. Más adelante, cuando levanté el teléfono para que mi jermu escuchase los cánticos, otra vez llegaron las miradas. Pero ni cámara tiene mi celular xD. Igual estubo bien que eso ocurriese. La gente despierta y atenta es lo mejor que puede tener una marcha.
  8. Pese a la desorganización, había un grupito central de jóvenes que lideraban los cánticos y se habían convertido en los seguidos por los vecinos. Pero mi experiencia en los anteriores piquetes, me indicaron que eso siempre pasa, aunque los K quieran hacerlos pasar como “políticos encubiertos”. Lo sé porque en uno de los piquetes anteriores, fui uno de esos “líderes invisibles”, sin querer serlo realmente, y ni siquiera teniendo un partido preferido (el 13 fue mi primer marcha, y sin banderas encima). La desorganización interna no indica que nadie tome la posta o sea elegido para ello en el trayecto de la misma.
  9. Lo malo de la protesta, es lo mismo que dije en el post sobre los cacerolazos en tiempos K. Debería haber sido algo serio, y no con risas por doquier (aunque, admito, es contagiosa esa alegría y hasta es beneficiosa en cierto punto); la gente tiene como un desconocimiento de los peligros que implica hacer semejante marcha (había muchísimos chicos y jóvenes); y no deberían ser cacerolas, sino algo más organizado e integrante. Por ejemplo, ya se está hablando de una marcha para Octubre con remeras blancas. Eso sí sería más idóneo. También hay que unificar los reclamos hacia fines más nobles y abarcativos. Pedir por el cepo al dólar es un derecho también justificado, pero menos representativo o importante que el comer por $6 o la inseguridad. Hay que aprender a reconocer las prioridades. Lo mismo pasa con los cantitos de “yo no la voté”: recordemos que hay muchos allí que SÍ la votaron (lo noté ahí mismo) y se sienten apartados del reclamo por ello (y no deberían; la autocrítica o el reconocer el error no es limitante ni excluyente).
  10. Lo bueno de la protesta, fue también el ánimo festivo generalizado, y la sensación de seguridad que había porque eran todos “como uno”. Como bien diría más tarde Relato Del Presente, fue la única vez que saqué el celular de mi bolsillo sin miedo a que me lo afanasen; y también sentí varios roces en la mochila, pero no necesité chequear para ver qué me habían robado. Además, se notó que para muchos, era la primera vez que asistían a una marcha de cualquier tipo, y parecían estar cómodos con la experiencia. También estaban esas extrañas ganas de salir a abrazar a cada uno de los que estaban ahí; así de grande era la alegría de saber que se estaba entre hermanos. Diferentes, con distintos motivos, pero hermanos patrióticos al fin.
  11. En el reclamo no hubo una sola bandera política, ni un solo micro que llevase gente, ni un puntero anotando participantes para cobrar planes (o lotes, o dinero en efectivo), no había choripanes, chicos de La Cámpora compartiendo drogas, ni tetras de vino tinto. Y eso es algo que le molestó mucho, pero muchísimo al kirchnerismo. Aunque muy dentro mío sé que la molestia viene de la incomprensión: no pueden entender cómo la gente puede juntarse sin cobrar nada a cambio de la participación a una marcha, que ni identificación política tenía. Eso explicó el gran silencio en internet que hubo momentos después, porque no podían comprender ese concepto tan básico para nosotros, pero tan desconocido para ellos.
  12. En la marcha, identifiqué a dos posibles infiltrados (uno, seguro), que se la pasaban rotando por todo el borde del piquete con cara seria y un porte… particular. Uno de ellos (el que más olía a SIDE), se acercó hacia el final de la protesta, a los móviles policiales que cortaban Acoyte (del lado de Moreno). Segundos después, se abría el tránsito con gente todavía en el medio. Lo dicho, tenía muchísimo olor a SIDE con toques de La Cámpora.
  13. Dos hechos particularmente inseguros ocurrieron, que casi nadie notó. Unos minutos antes de terminar el reclamo, pasó corriendo un pibe de unos 16-19 años por el medio de la ya casi vacía Rivadavia, gritando “¡gorilas, manga de fachos, putos gorilas, aguante Cristina!”. Alguna gente reaccionó respondiéndole, y noté cuando estaba metros adelante, que tenía un bulto muy sospechoso a la altura de la cintura. Un K armado corriendo entre una manifestación opositora. Repito, para el Gobierno, los violentos después éramos nosotros. Supongo que hay que tener carnet K o de Vatayón Militante para ser Ghandi… El segundo hecho fue a varias cuadras, sobre Av. Rivadavia, casi llegando a Primera Junta. Algunas personas seguían con cánticos y cacerolas, y yo acompañaba detrás. Por una calle intersectora, aparecen 4 pibes del modelo (gronchos que noté ya a la distancia), y se escucha un “qué´ e´ eso, qué pasa?”, junto a un “son los putos contra Cristina”, seguido de un “u, vamos a dárselas, putos de mierda, ahí, ahí”. Lo próximo fue un “ehhh, amigooo” típico de los militantes K antes del choreo o del asesinato. Los escuché cerca, y aunque no sabía si me decían a mí, me pegué más a los manifestantes de adelante porque tenían chicos y podía darles pelea si les apuntaban a ellos. Siguieron como 4 o 5 llamados más, hasta que me tocan. Saco el brazo inhábil rozado (y preparo silenciosamente el hábil para el tortazo) y miro al groncho (peruano, creo) con cara de “¿qué carajos tenés que tocar?”. Me dice “ehhh, amigooo, tené´ fuegooo?”. Miro mi cigarrillo, y quedaba casi el filtro. Se lo dí en la mano que no estaba sosteniendo el porro, y seguí de largo (en realidad, nunca paré). El pibe prontuario se quedó parado, medio desconcertado, mientras los demás le decían no sé qué cosa. No pasó de ahí. Después me lo volvería a encontrar en el colectivo, más alegre, pero más ubicado también (si puede aplicarse el término).
  14. No hablé con nadie, salvo con una señora que se me pegó con su cacerola y dio charla. Desconocía la existencia del dólar turista, de la corrupción en Formosa, o de los indigentes no censados. Y esa falta de información fue pareja tanto en oposición como en oficialistas “de calle”. Asimismo, había gente que, cuadras antes o después, preguntaban qué era lo que estaba pasando, lo que también indicaba la falta de conocimiento sobre ese reclamo masivo.
  15. Si bien muchos cánticos fueron divertidos, hay que bajarle el tono a ciertas letras. No olvidemos que también hay chicos presentes. “Cristina se la come, Lanata se la dá” es original y festiva, pero no apta para cualquier menor. Aunque viendo lo que hay en la tele o lo que la misma Cámpora canta en las cadenas nacionales…
  16. Una curiosidad bien recibida, fueron los camiones con los móviles noticiosos. Todos señores durante la transmisión, pero al momento de desmontar las cámaras (ya sin transmitir), los camioneros empezaron a hacer sonar las bocinas, reavivando la algarabía. Sí señores, hay gente real de verdad detrás de la parafernalia técnica.
  17. Pese a que había varios reclamos (que ahora se centraban en un puñado bastante importante), yo fui por lo que la oposición dijo que NO fue la gente: para que se vaya Cristina. No hay más arreglo: no se le puede pedir más seguridad, igualdad o libertad, porque ELLA no lo quiere así. Pedirle “que oiga” es repetir la época de la 125 y desestimar todo lo que hizo contra la sociedad toda desde entonces (sí, hasta contra los que la votan por electrodomésticos u otras líneas blancas). Me ví (muy) gratamente sorprendido porque gran parte de los asistentes también pedían lo mismo. Supongo que la oposición política dice que eso no se pidió, porque a la larga, a ellos tampoco les conviene…
  18. Otra cosa que me sorprendió, fue el silencio generalizado de oficialistas (tanto medios, como redes de militantes, y los típicos usuarios apartidistas de mentira), y los pocos manotazos de ahogados tratando de desestimar las cifras, los lugares, o la representatividad de los reclamos. No sé por qué, pero me sigue sorprendiendo lo patéticos que son los kirchneristas cuando el Pueblo se les planta.
  19. La marcha no fue espontánea (yo sabía desde hacía días, aunque muchos sí se enteraron a último momento, y hasta por la tele en el mismo momento), y hubo mucha gente rica. Pero no le veo el punto negativo a eso. Al contrario. La gente le tiene miedo a la palabra “organización”, pero es un síntoma de que estamos aprendiendo a reclamar mejor grupalmente. El éxito de convocatoria, de acciones, y la no violencia, fue una muestra de ello. Es una especie de “organización desorganizada” que está saliendo muy bien dados los resultados. La gente rica también tiene derecho a reclamo, porque también son argentinos, votan, y aportan a las arcas del Estado (incluso más que nosotros). De hecho, es mucho más difícil reclamar y arriesgarse en la calle con las necesidades básicas satisfechas, que uno que no come y no le queda otra. Defenestrar las marchas por la participación de la clase alta, es como decir que son menos argentinos que el resto. Y mucho más injurioso si lo dicen los ultraricos que habitan en las cuevas amigoficialistas del poder y, de pronto, parecen tener menos plata que El Chavo…
  20. Hay que saber trasladar a la vida real las convocatorias pautadas en las redes sociales. Me da la sensación de que todavía hay una falla de comunicación entre ambos mundos. La cantidad de gente que no sabía nada era enorme. Si no pasamos de la virtualidad a lo físico, siempre tendremos el límite de los habitantes de las redes sociales (de una clase media-baja hacia arriba, con manejo de computadoras, acceso a internet sin restricciones, estudios básicos o medios completados, y una edad media que desestima los extremos). Pero tal vez sea una de las taras de no tener un sistema político armado y aceitado.
Otra de las cosas con las que no concordé con el resto, fue el “no te tenemos miedo”. No está mal tener miedo: miedo a la política destructiva, miedo a morir en la calle por nada, miedo a que arruinen (todavía más) la sociedad en la que vivimos, miedo a la implosión malévola de las instituciones que deben defendernos, miedo a echar a perder las próximas generaciones de argentinos, miedo a que los muertos aleatorios por la inseguridad valgan menos que los Montoneros que hoy están en el poder. Ése es un miedo válido, un temor lógico que cada uno de nosotros tenemos (o deberíamos tener) muy dentro nuestro. Pero no hay que tratar de esconderlo negando su existencia, porque no está mal; lo que está mal es no hacer nada con ese miedo, dejarnos paralizar por ese temor, y sentarnos hasta que esa inmovilidad los convierta en realidad. La verdadera valentía no nace de la ausencia de temores, sino de saber cómo canalizarlos para aprender a enfrentarlos. Y el 13 de Septiembre, los argentinos lo hemos logrado. Tal vez estemos un paso más cerca de ganarnos los pantalones largos. Sin violencia o con ella, no dejemos que los miedos espanten lo poco que nos queda de país y de moral. Recordemos este día como el posible principio de una nueva Argentina, una con miedos y fallas, pero también con la capacidad de actuar para derribarlos cuando la Patria nos grita pidiendo ayuda, ya malherida.
Sea como fuere, y esté en lo cierto o no, lo innegable es que, ese día, pudimos arropar a nuestros hijos con una conciencia más limpia, más fortalecida; pudimos sonreírle a nuestros nietos de manera más pura, más protectora; y pudimos mirar a nuestros vecinos con el orgullo de saber que, aunque tarde, supimos responder, y como se debía. Es la conciencia nacional, que quedará plasmada en los anales de la Historia. Puede que la Argentina esté creciendo. Y por eso, es necesario protegerla. Más que nunca. Nunca Menos.
PLPLE

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