martes, 1 de octubre de 2013

Baltazar Garzón se extralimita.

OPINIÓN

por Ángel Veras Aybar 

mié, 18-sep 
El ex- juez español, Baltazar Garzón fue una persona que adquirió alta fama al intentar procesar penalmente a la bestia chilena Augusto Pinochet Ugarte, esa altura parece que cree seguirla poseyendo y llega a niveles de atrevimientos e imprudencias. Accidentes

  
Debo admitir de manera autocritica, que a raíz de las acusaciones o recusaciones contra Baltazar Garzón hechas por las autoridades judiciales españolas, escribí defiendo a éste y considerando que se  trataba de un plan de la extrema derecha de esa monarquía europea, pero tengo que aceptar que emití juicios sin haber profundizado sobre las características de este personaje, aunque de ninguna manera concederé  aquiescencia a las acciones de los franquistas en su afán por ocultar los crímenes de lesa humanidad cometidos por el dictador Francisco Franco en contra de los patriotas y comunistas españoles que lucharon por el establecimiento de la República Española.

  
Como abogado que es, el señor Garzón debería guardar las apariencias en sus gestiones de aprovechamiento de la referida fama. Hace varias semanas se le oía opinando sobre las acusaciones formuladas por el Dr. Guillermo Moreno García en contra del ex Presidente Leonel Fernández, ahora vuelve sobre el asunto y considera que se trata de acusaciones de carácter política, pues según el criterio del jurista español, las acciones judiciales provenientes de un dirigente político, son políticas, nada más erróneo.

  
El jurista europeo viene al país posiblemente siguiendo la tradición imperial de ver a los habitantes de estos territorios como sujetos que deben ser adoctrinados o sacados de estado de semi.salvajismo, ha venido a orientarnos sobre lo que él considera acciones políticas contra un ex presidente. No ve bien encaminado el proceso incoado por el Dr. Guillermo Moreno contra Leonel Fernández, Garzón sólo ve motivos políticos, parecería que conoce sobre los procedimientos penales y políticos de la República Dominicana y no que habla por boca de ganso.

  
Toda acción de los ciudadanos debe ser tipificada conforme al objeto de dicha acción, es decir, a partir del fin perseguido con la misma, pero de ninguna manera pueden confundirse los roles. Garzón en su afán por  justificar honorarios mal encaminados y tal vez agradecimientos materiales, ha confundido el hecho de que si ciertamente el colega querellante contra el ex. Presidente es un dirigente político, no menos cierto es que se trata de una acción penal elaborada conforme a las disposiciones contenidas en el código o ley que rige esta materia en la República Dominicana. Aquí cabria aquella frase de que ?Hay dineros que rompen bolsillos? y tendríamos que agregarle y también rompen famas mal adquiridas.

  
Para los que hace cierto tiempo veíamos en el señor Baltazar Garzón a todo un jurista respetable, no nos queda otro camino que el del  arremetimiento sobre tal creencia, el hombre ha venido al país en son de asesor en materia jurídica y posiblemente a vender su fama, la cual considera que llegó tan alto que sus opiniones son una especie de palabras revestidas de cierta divinidad. Esa actitud de Garzón está en correspondencia con la forma en que el ex presidente Fernández gusta para confundir a un pueblo que según sus criterios no sabe conceptualizar y siendo esa su realidad, bastaría con que un GURÚ de este tipo venga y diga que esa acción penal, no es penal, sino política.

  
Garzón debió chequear las normas sobre el procedimiento penal dominicano y se evitaría que lo tilden de lambón, chapucero, irresponsable, chelero y más aún, que lo acusen de intervenir en los asuntos internos de un estado distinto al suyo, aunque le haya sido concedida la naturalización privilegiada, debe abstenerse por prudencia y respeto a los que integramos esta nación. En definitiva estamos frente a un jurista muy versado en legislación española y europea, pero que no quiere distinguir entre el político que acciona conforme a los procedimientos electorales y el que lo hace desde una perspectiva del ejercicio de la abogacía y de los derechos de ciudadanía, todo lo cual lo convierte en un extralimitado e irrespetuoso de las más elementales normas de convivencia y decencia.

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