domingo, 6 de octubre de 2013

LA TORTA ENVENENADA DEL CAPITALISMO.

EL MITO DEL PBI



(AW) 4/10/13 Uno de los mitos fundadores del capitalismo, es la del crecimiento del PBI , a mayor producción ,mas posibilidades de distribución nos cuentan Ya el marxismo, desde sus comienzos, combatió esta idea, argumentando el acceso desigual a la riqueza en función de las distintas clases sociales. Hoy día aparece con claridad, no solo que la distribucion justa de la riqueza , no ocurrirá bajo el capitalismo, sino que la misma definición de riqueza que nos propone la burguesía, es basicamente empobrecedora, explotadora de los hombres y de la naturaleza. Que el crecimiento indefinido del PBI que se da como objetivo, es una guerra a la vida, a la naturaleza, y que nos empobrece espiritual y materialmente,al danos como ideal, poseer mas mercancias.Hay muchas propuestas relacionadas con el buen vivir, pensadas en trabajos creativos vinculados a armonizar con el mundo natural y no dominarlo. esta que presentamos hoy es uno de tantas. Que sirva para pensar y debatir.
 
decrecimiento
 
¿Crecimiento económico? ¡No, gracias!
En decrecimiento, ecología política, Economía el 2 octubre 2013 a las 8:25

Por Florent Marcellesi, coautor del libro Adiós al crecimiento. Vivir bien en un mundo solidario y sostenible.
Publicado en la Revista El Ecologista nº 78.
El crecimiento es más que un dato económico: es un dogma. Sin que pueda ser cuestionado, estructura la sociedad, la producción, el consumo, el trabajo, el Estado de bienestar y nuestros imaginarios colectivos. Sin embargo, es urgente salir de esta ‘sociedad del crecimiento’ que hoy amenaza gravemente el bienestar y el planeta, y apostar por una ‘sociedad del vivir bien’ regida por otros valores y conceptos compatibles con la justicia y la ecología.
La economía del crecimiento contra el ser humano y la naturaleza
A partir del fin de la Segunda Guerra Mundial en los países occidentales, la sociedad del crecimiento se conforma en torno las características siguientes (que detallamos en la tabla): crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), aumento de la productividad, progreso tecnológico, poder adquisitivo, empleo y expertocracia. El objetivo es el crecimiento del PIB, es decir de la tarta económica y material (sin importar la calidad, ni la disponibilidad de los ingredientes, ni los límites del molde) para su consiguiente reparto entre capital y trabajo, ya sea a través del mercado o del Estado. Mientras crezca a buen ritmo la tarta en el “modo pleno empleo, aumentos de productividad y progreso tecnológico”, el capital tendrá garantizado una parte constante, o incluso creciente, del pastel para sus beneficios, y las personas trabajadoras tendrán garantizados (gracias a la redistribución de una parte de los aumentos de productividad) un empleo y el refuerzo de su poder adquisitivo.
Sin embargo, este modelo de (relativa) paz social que en varios aspectos sigue alimentando la visión dominante, incluso de las corrientes progresistas, hoy ha caducado. En el momento en el que se eche a perder o se agote la tarta (está envenenada, escasea un ingrediente, el molde tiene límites, algunos comensales se comen demasiados trozos, o todo a la vez como en la crisis actual), la fiesta se acaba (aunque con el hundimiento siguen ganando unos pocos, generalmente los que más tarta habían acumulado). De hecho, este modelo se tambalea en lo más profundo porque choca con una triple crisis ecológica, social y de cuidados (1).
Hacia un modelo económico equitativo y en paz con la Naturaleza
Para superar esta contradicción profunda entre crecimiento y naturaleza, entre capital y vida, es importante por un lado dotarse de una macroeconomía ecológica consistente que sustituya las bases de la economía del crecimiento. En este sentido, se proponen las siguientes características básicas para una economía del vivir bien cuyas definiciones se encuentran detalladas en la tabla más abajo: prosperidad sin crecimiento, aumentos de calidad y sostenibilidad, poder de vivir bien, tecnologías abiertas y convivenciales, trabajos productivos y reproductivos y deliberación ciudadana. Luego, sobre la base de estos fundamentos, hace falta fijar los objetivos de una sociedad del vivir bien:
Redefinir de forma colectiva y democrática lo que llamamos riqueza y necesidades, es decir responder a las preguntas fundamentales: ¿por qué, para qué, hasta dónde y cómo producimos, consumimos y trabajamos?
Reducir nuestra huella ecológica per cápita y en términos absolutos hasta que sea compatible con la capacidad del planeta.
(Re)Distribuir el trabajo (y reducir la jornada laboral), las riquezas económicas (reequilibrar el reparto entre rentas del capital y del trabajo a favor de las segundas, instaurar una renta básica y una renta máxima), los cuidados, la tierra y los recursos naturales en base a la justicia social y ambiental.
Reconvertir el modelo productivo hacia uno sostenible a través de empleos verdes y decentes (2) y de la relocalización de la economía en circuitos cortos de consumo y producción.
Desmercantilizar gran parte de nuestras actividades y descolonalizar nuestras mentes fuera de la lógica del crecimiento.
Estos objetivos hacia otro mundo son posibles y deseables. ¿Vivir bien en un mundo solidario y sostenible? ¡Sí, gracias!
Resumen comparativo entre las características de una sociedad del crecimiento y una sociedad del vivir bien
Características de la sociedad del crecimiento Características de la sociedad del vivir bien
Crecimiento del PIB: calcula el aumento de cantidades producidas e intercambiadas en el mercado, y lo asimila al bienestar de un país. No tiene en cuenta los límites biofísicos del Planeta, los impactos negativos de la producción, ni su finalidad, los trabajos no mercantiles (de cuidado o voluntarios) o el reparto de riqueza. Prosperidad sin crecimiento: Calcula la riqueza de una sociedad a través de una batería de indicadores sociales, culturales, económicos, ambientales, etc. elaborados por la ciudadanía y que integran los límites y umbrales ecológicos críticos.
Aumentos de productividad: Consiste en producir más cantidades de las mismas cosas con la misma cantidad de trabajo. Es la base industrial del progreso, del tiempo libre, de la protección social, etc. Sin embargo, buena parte de los aumentos de productividad alcanzados por la sociedad industrial son productivistas y nocivos para la sostenibilidad (3). Aumentos de calidad y sostenibilidad: Consiste en producir mejor y producir otra cosa con igual o más –y mejor– trabajo. Por ejemplo, en vez de producir una tonelada de trigo en la agricultura intensiva, se produce una tonelada de trigo ecológico con más trabajo, en mejores condiciones, con menos energía, menos impacto ambiental e igual o mejor nivel de calidad.
Progreso tecnológico: motor del crecimiento y de la productividad, plantea que la tecnología permitirá combatir la crisis ecológica. Tiene poco o nada en cuenta los riesgos tecnológicos que superan la capacidad de control del ser humano (energía nuclear, transgénicos, mega-infraestructuras, etc.), el efecto rebote (4) y el declive irreversible de las tasas de retorno energético (5). Tecnologías abiertas y convivenciales: Herramientas al servicio de la comunidad y bajo su control democrático. Favorecen la comunicación, la cooperación y la interacción. Asumen los principios de precaución y de responsabilidad que nos permiten decidir colectivamente que tecnologías son apropiadas según necesidades y capacidad de carga del planeta.
Poder adquisitivo: Es el poder de comprar con su renta a través del mercado cada vez más cantidad de bienes y servicios para tener sus necesidades básicas cubiertas y acceder a la sociedad del hiperconsumo. Además, consumir –sea lo que sea, sin importar sus impactos sociales o ecológicos– es un deber casi patriótico y anticrisis porque, a su vez, crea empleo (6). Poder de vivir bien: Es un concepto multidimensional que implica el acceso no solo a riquezas económicas sino también a riquezas sociales y ecológicas como la autonomía, la solidaridad, la ciudadanía, la seguridad, la autoestima y el medioambiente. Permite tener cubiertas parte de sus necesidades básicas y el desarrollo de servicios esenciales fuera de la lógica mercantil.
Empleo: Se refiere principalmente al trabajo dominante actual: productivo, mercantil, remunerado, asalariado y a tiempo completo. Vector idealizado del bienestar, de la integración social y del consumo, cualquier trabajo de estas características es considerado como intrínsecamente bueno, sin importar su finalidad, ni su ética, ni sus impactos sobre el medio ambiente, las generaciones futuras o los países del Sur. Trabajo productivo y reproductivo: Se prioriza el trabajo con sentido para sí y para la colectividad donde dominan la autonomía (el control sobre su tiempo y el producto de su labor), la cooperación y las actividades que generan riqueza social y ecológica. Se reequilibra la distribución entre trabajos remunerados y no remunerados, entre mujeres y hombres, y se revaloriza la esfera de la reproducción de la vida (del cuidado de las personas y de la naturaleza).
Expertocracia: Las decisiones más importantes y estratégicas a nivel político, tecnológico, económico, etc. se toman desde ámbitos alejados de la ciudadanía y controlados por expertos y aparatos burocráticos y tecnocráticos. Deliberación y evaluación ciudadana: La ciudadanía fija de forma plural y participativa las necesidades deseables y posibles en un mundo solidario y finito, elige en consecuencia qué tipos de trabajo se requieren para cubrirlas, debate y escoge las tecnologías adaptadas a este proyecto de sociedad.

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