lunes, 8 de octubre de 2012

Las mil y una distracciones que suelen colocar sobre el tapete semana tras semana con el objetivo de sumar en la confusión general a millones de argentinos.

Distracciones
Por JUAN SALINAS BOHILLos integrantes del formidable batallón kirchnerista no dejan de sorprendernos con las mil y una distracciones que suelen colocar sobre el tapete semana tras semana con el objetivo de sumar en la confusión general a millones de argentinos. Es de lamentar que a veces lo logren debido a que son muchos quienes se ocupan más de lo necesario de simples operaciones políticas gubernamentales. Porque eso es lo que son y no otra cosa.
Uno de los tantos magistrados que no podrían serlo en un país medianamente “normal” acaba de manifestar que “es un juez independiente”. Que Norberto Oyarbide se atreva a decir semejante desatino demuestra a las claras el poco respeto que tienen los funcionarios hacia la ciudadanía cuando continuamente se mofan de ella. Esa falta alcanza también a sus pares, al Consejo de la Magistratura y al Legislativo nacional porque más que tolerarlo, daría la impresión de que lo protegen. Eso está más que mal, y si a ello se suman otros extravíos similares, podría entenderse en parte el poco respeto que las personas tienen hacia los integrantes de las instituciones fundamentales de la República. Curiosamente son los responsables de tales incapacidades quienes baten el parche a más no poder en defensa de tales instituciones.
Otro globo de ensayo de tamaño fiesta de cumpleaños ha sido un brulote cuya autoría se lo atribuye José Pablo Feinmann con el título “Usted, señora, que odia a Cristina Kirchner”, en donde el “filósofo”, sí, el “filósofo”, agravia a la mujer y al hombre cacerolero de clase media por un supuesto odio, rencor, envidia (casi no queda pecado capital por nombrar) y hasta por cierta insatisfacción sexual hacia la Presidente por no poder poseerla sexualmente. En realidad, tales lucubraciones son meras especulaciones de su propia proyección a las que dice “fundamentar racionalmente”.
Feinmann, “filósofo” oficial del kirchnerismo, compite en la ardua tarea asignada con otro colega, también oficialista, Ricardo Foster, más sindicado como “intelectual”, quien no solo estuvo de acuerdo con los dichos del primero sino que además dijo:“José Pablo se queda corto con lo que dice de ciertos sectores”.
Lo que Antonio Gramsci definió admirablemente cuando purgaba cárcel acerca de que todos somos intelectuales más que solamente algunos cumplen una tarea de índole intelectual, podría aplicarse al filosofar. Todos lo hacen y en cualquier mesa de un bar pueden encontrarse especialistas por docenas sin que hayan pasado por la universidad. Por lo general, sus conclusiones resultan ser infinitamente superiores a las ahora archiconocidas. 
Por lo que se observa y en aras de reducir el gasto público y cuidar la salud de la población, habría llegado la hora de clausurar por un tiempo algunas facultades.

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