martes, 30 de abril de 2013

“Es muy peligroso que el FMI se siga equivocando” y “El rol del FMI en la crisis Argentina”.

Domingo Cavallo 



Para poner en contexto mi análisis de las declaraciones de Tomas Raijman, el ex funcionario del FMI entrevistado por la periodista griega, quiero recordar mi interpretación de lo que perseguía el FMI en el segundo semestre de 2001.
Para decirlo en pocas palabras, sostengo que a partir de setiembre de 2001, el Director Gerente del FMI, Helmut Kholer, decidió que Argentina debía declarar el default de su deuda y abandonar la convertibilidad. Es decir, se propuso lograr las decisiones que tomaron los gobiernos que sucedieron a De La Rúa. Eran decisiones que coincidían con el interés de las grandes corporaciones argentinas que estaban endeudadas en dólares. Por supuesto, ni el señor Kholer ni los funcionarios del FMI eran conscientes de las consecuencias que ello traería para Argentina, pero habían decidido que nuestro país fuera el “conejito de indias” de un enfoque completamente diferente al que había prevalecido durante el período en el que Michel Camdessus y Stanley Fisher dirigieron al FMI durante la Presidencia de Bill Clinton en los Estados Unidos.
En otras palabras, el Presidente Eduardo Duhalde implementó decisiones desastrosas que habían sido subrepticiamente dictadas por el FMI y el Presidente Nestor Kirchner, con su retórica anti-FMI acompañada del pago anticipado de lo que se le debía, logró que la responsabilidad de la institución financiera internacional se diluyera y Argentina terminara de destruir su crédito interno y su crédito externo al consolidar de manera irreversible la defraudación a sus ahorristas  y a quienes habían confiado e invertido en el País.
En su respuesta a la periodista griega, Tomás Raijman sostiene que el financiamiento de 8 mil millones de dólares que el FMI comprometió en Agosto de 2001 fue una forma de desearnos suerte con un programa que ellos creían imposible de implementar. Se refiere al déficit cero.
Raijman no menciona que los ocho mil millones llevaban como condición, no sólo el cumplimiento de metas fiscales primarias sino la instrumentación de una re-estructuración ordenada de la deuda. De hecho y desde el punto de vista cuantitativo, la re-estructuración ordenada de la deuda era mucho más importante que la reducción del déficit primario. Se había programado una reducción de 3 mil millones de dólares año para el déficit antes de intereses y 7 mil millones de dólares año de reducción de los intereses de la deuda. Con estos dos componentes, el déficit que había rondado alrededor de 10 mil millones de dólares debía desaparecer y Argentina no estaría solicitando financiamiento en los mercados durante al menos 3 años.
Cuando explica el llamado de Kholer para que regresara inmediatamente a Washington, el mismo lunes en el que comenzaba a funcionar el “corralito”, dice que ellos se habían enterado de nuestra decisión por los diarios. No dice que yo se la había explicado antes de anunciarla públicamente y le había demostrado que en realidad era consecuencia del pronunciamiento público que tres días antes había hecho Ann Krueger en Washington al sostener que cuando un país iniciaba un proceso de re-estructuración de deuda, debía imponer controles de cambio para evitar la fuga de capitales. Esa declaración, que tuvo el efecto de agravar la retirada de depósitos en dólares del sistema bancario argentino, no podía ser interpretada de otra forma que la de restringir el retiro de dólares billetes de los bancos, en una economía donde el 90% de los depósitos estaban constituidos en dólares. En síntesis, el “corralito” no era otra cosa que el control de cambios que había mencionado Krueger en su conferencia. Además iba a ser levantado en 90 días, plazo durante el cual se había planeado completar la segunda etapa de la re-estructuración de la deuda.
Tampoco dice que el día en el que nos comunicó la decisión de Kholer, nosotros ya habíamos logrado transformar en un Préstamo Garantizado nada menos que 55 mil millones de dólares de capital, con una economía de intereses de 4 mil millones de dólares año y que contábamos en nuestro poder con los votos suficientes para imponer las “cláusulas de salida consentida” en la segunda y última etapa de la re-estructuración de la deuda aún no convertida.
Finalmente afirma que cuando yo viajé a Washington a solicitar la continuación del programa y los desembolsos comprometidos, Ann Krueger me planteó que debíamos hacer de inmediato “lo que no habíamos logrado hacer en 6 años”. Eso es una burda mentira. Lo que Ann Krueger planteó es que demostráramos que el déficit iba a ser cero en 2002, que ello estuviera reflejado en la ley de presupuesto que debía aprobar el Congreso Nacional, que se presentara el proyecto de nueva Ley de Coparticipación Federal de Impuestos y que explicáramos cómo se iba a levantar el “corralito”. Esas condiciones eran perfectamente cumplibles.
El proyecto de presupuesto estaba ya en el Congreso y contemplaba la reducción de 7 mil millones de dólares en la partida para el pago de intereses, además de las reducciones del gasto primario que ya se habían comenzado a implementar en agosto y con ello quedaba asegurado el déficit cero. Ya se había elaborado un proyecto de Nueva Ley de Coparticipación Federal de Impuestos al que habían dado su visto bueno la mayoría de las provincias y el levantamiento del “corralito” iba a producirse en 90 días, una vez que quedara completada la re-estructuración de la deuda, para cuya segunda etapa ya estaba trabajando un grupo asesor de banqueros integrado por Jacob Frenkel (Merryl Linch), Bill Rhodes (Citibank) y Joe Ackerman (Deutche Bank). Se iban a presentar los prospectos a las comisiones de valores de los países en los que se habían emitido los bonos como para lanzar la oferta de canje el 15 de enero de 2002. Por supuesto, para poder abrir el “corralito”, terminada la re-estructuración de la deuda, eran indispensables los desembolsos pendientes del FMI (1.260 millones que no se habían desembolsado en Noviembre más 3 mil millones de dólares adicionales que se habían comprometido como apoyo a la re-estructuración de la deuda).
Lamentablemente el FMI se salió con la suya. Los ingenuos dirigentes peronistas y radicales de la Provincia de Buenos Aires, en el típico rol del idiota útil, terminaron implementando las decisiones que subrepticiamente estaba impulsado el FMI: el default, la pesificación y la devaluación y que, sin ninguna ingenuidad, estaban ansiosos por conseguir los grandes endeudados en dólares del País. Con la pesificación y la devaluación, lograrían echar sobre las espaldas de los trabajadores y de los ahorristas las deudas que eran su preocupación. Salvaje manera de resolver un problema de endeudamiento!
Afortunadamente para Grecia y para los países europeos en crisis, el FMI ha aprendido la lección y no parece seguir movido por los mismos objetivos. Desde el punto de vista del sistema monetario y de la magnitud de la deuda, la crisis de las naciones del sur de Europa son más graves que la de Argentina en el 2001, pero aun así, el FMI no está empujando a esos países al default desordenado de su deuda y mucho menos a que reemplacen en forma compulsiva al Euro por recreadas monedas nacionales. Por el contrario está apoyando reformas fiscales y estructurales que corrijan los desequilibrios, sin destruir la base contractual y cuidando de no transformar a la inflación en un problema adicional de esas castigadas economías. Lástima que este proceso de aprendizaje del FMI se hizo a costa de la tragedia que vivimos los Argentinos en 2001 y 2002, cuyas consecuencias de descrédito e inflación, 10 años después están aún al rojo vivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario