EL PAPA FRANCISCO Y LA ECONOMÍA LIBRE EN LA EVANGELII GAUDIUM.
1. 1. Introducción.
La exhortación apostólica Evangelii gaudium[1] (EG), de Francisco, no es un texto de economía: es una fina y rica reflexión magisterial sobre el tema de la evangelización en los tiempos actuales, tema muy vasto, cuyo análisis excede los humildes objetivos de este artículo y que queda en todo caso para otra oportunidad.
Sin embargo, en el diagnóstico que Francisco realiza de las actuales circunstancias hay algunas apreciaciones de cuestiones económicas que nuevamente han despertado la admiración y adhesión de aquellos que critican al libre mercado y la preocupación o vivo rechazo de quienes lo defienden. No es, claro, la primera vez que sucede. Sucedió con la Quadragesimo anno, 1931, con la Mater et magistra, 1961, la Populorum progressio, 1967, la Laborem excercens, 1981, y la Solicitudo rei socialis, 1988. Sobre el material contenido en esos documentos, hice siempre lo mismo: aclaré los matices semánticos y distinguí entre los principios generales de la Doctrina Social de la Iglesia y sus aplicaciones prudenciales[2]. En este caso agregaré además un intento de diálogo entre el horizonte de la Escuela Austríaca de Economía y el horizonte desde donde escribe Francisco.
2. 2. El horizonte de precomprensión de la Escuela Austríaca de Economía. (EA)
Para entender de qué habla la EA cuando se refiere a “libre mercado” hay que analizar el núcleo central de la teoría del proceso de mercado, que se desarrollada fundamentalmente en un programa de investigación conformado por autores como Mises, Hayek, Israel Kirzner e incluso Rothbard.
Para ello, propongo analizar la estructura teorética del tratado de economía de Mises, La Acción Humana.[3] Allí Mises divide su análisis en tres grandes áreas: el análisis de la economía de mercado, el socialismo y la economía intervenida. Cuando Mises habla de la economía de mercado, se refiere a lo que en mis propios términos es un análisis fenomenológico del mercado en sí mismo, como un proceso dinámico que tiende a una situación de equilibrio sin alcanzarla nunca, bajo el supuesto institucional de propiedad privada, esto es, libre acceso al mercado y ausencia de controles estatales. El intervencionismo es, en cambio, el mercado intervenido, precisamente por esos controles cuya ausencia se supone en un mercado libre. Mises es muy claro, en la parte sexta de su tratado de economía (que es clave) en el análisis de dichas intervenciones: la intervención mediante impuestos progresivos a la renta; las restricciones a la producción por medio de tarifas arancelarias, la intervención monetaria por medio de la estatización de la moneda por medio de bancos centrales y controles en las tasas de interés; la confiscación de recursos naturales, las lesiones al derecho a la asociación por medio del sindicalismo corporativista, los controles de precios y salarios. La lista no es excluyente, pero lo interesante es que conforma lo esencial de la economía real tal cual Mises la miraba ya en 1949, cuando su tratado sale publicado. O sea que la economía intervenida, para Mises, no era la Unión Soviética: era Europa y EEUU ya desde 1949, y ni que hablar de otras regiones, por supuesto.
A esto hay que agregar los estudios de Hayek sobre el rechazo a la competencia perfecta como un mal planteo del problema económico, crítica que se da principalmente en seminales artículos publicados en 1936, 1945 y 1946[4]. Contrariamente a los modelos que presuponen conocimiento perfecto, Hayek sostiene que el problema económico consiste en cómo coordinar expectativas de oferta y demanda bajo el conocimiento disperso y limitado de oferente y demandantes. Y ello es posible sólo bajo tres condiciones: libre entrada al mercado, lo cual implica igualdad ante la ley y ausencia de monopolios legales en un mercado; dos, la capacidad de aprendizaje de los propios errores, como factor compensatorio del conocimiento disperso, y tres, los precios libres como sintetizadores de conocimiento disperso y por ende como señales de la escasez relativa de los bienes y servicios en el mercado. Ello implica que el mercado siempre es un proceso a la coordinación pero nunca una coordinación perfecta, y que las intervenciones del gobierno, al afectar a los precios, afectan a las señales necesarias para esta coordinación. Mises recoge todo esto en su tratado de economía y habla de la capacidad de aprendizaje ya como el factor empresarial. Rothbard agrega a todo eso, en 1962, su insuperable tratamiento del tema de los monopolios[5], donde enfatiza el rechazo al modelo de competencia perfecta por parte de la EA, e Israel Kirzner sistematiza todo esto en su teoría de mercado como proceso vs. mercado en equilibrio, a través del factor empresarial, en 1973[6]. No de casualidad, 1974 se considera el año del revival de la EA en todo el mundo.
Nada de todo esto fue escrito por gente aburrida y despreocupada de los demás. Su motivación era “emancipatoria”, esto es, un ideal preocupado por la eliminación de la pobreza y alcanzar el desarrollo de los pueblos. Eso se ve sobre todo en la vida de L. von Mises[7].
Pero la conclusión fundamental de este punto dos es que:
a) El mercado libre no son “los mercados” ni el “capitalismo real” actual, que se podría llamar capitalismo prebendario, aunque yo prefiero llamarlo directamente economía intervenida.
b) El mercado libre no tiene nada que ver con modelos de competencia perfecta que presuponen conocimiento perfecto, eficiencia perfecta “o bondad” de los agentes intervinientes.
c) El mercado libre se da realmente cuando se dejan actuar a las tres condiciones referidas anteriormente por Hayek; el mayor o menor alejamiento de esas tres condiciones son la medida de un mayor o menor mercado libre.
3. 3. Análisis de la crítica al “mercado libre” por parte de Francisco, a la luz de lo anterior.
Como dije en el punto uno, no es la primera vez que tenemos este problema. La encíclica Quadragesimo anno, de Pío XI, es de 1931, y tiene fuertes críticas al llamado capitalismo liberal y al “imperialismo internacional del dinero”. Pero, oh casualidad, esas críticas se dan precisamente después de la crisis de 1929, cuando se produce la crisis económica justamente descripta y al mismo tiempo predice por Mises en 1912[8], como el efecto básico de la intervención del estado en el mercado de capitales, la moneda y la tasa de interés.
Sucede ahora algo similar, aunque agravado. La economía intervenida, en EEUU y Europa, se ha profundizado. A la luz del horizonte de la EA, no estamos ante la crisis del mercado libre, sino ante una crisis, cada vez mayor, de la economía intervenida; mucho más después del 2008.
A la luz de lo anterior, veamos los principales párrafos de laEvangelii gaudium sobre temas económicos. Nuestro comentario estará en bastardilla.
3.1. “…Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. (Tiene razón: esa economía mata. Son millones y millones los seres humanos que mueren por desnutrición, hambre y condiciones infrahumanas de vida. Pero ello es el resultado del subdesarrollo, y el subdesarrollo es el resultado de la no inversión, que es producida por todas las medidas intervencionistas analizadas por Mises. Dice este último: “…Extensas áreas geográficas de nuestro planeta —el Oriente asiático, las Indias neerlandesas, la Europa meridional y suroriental, la América latina— sólo muy superficialmente han recibido hasta ahora la influencia del capitalismo. La situación en estos países no difiere mucho de la que prevalecía en Gran Bretaña al comenzar la Revolución Industrial. Millones y millones de seres carecen de empleo y de posible encaje dentro de los sistemas económicos tradicionales. Sólo la industrialización puede salvar a tan desgraciadas masas. Empresarios y capitalistas es lo que esos países necesitan con mayor urgencia. Puesto que sus descabelladas políticas les impiden contar con ulteriores aportaciones de capital extranjero, no tienen más remedio que proceder a la acumulación de capital nacional. Tienen que rehacer todas y cada una de las penosas etapas por las que pasó la industrialización de Occidente. De ahí que al principio tendrán que conformarse con salarios relativamente bajos y largas jornadas laborales. Pero, ofuscados por las ideas que hoy prevalecen en Europa y en Norteamérica, los gobernantes de esos países creen poder recurrir a otras soluciones. Promulgan una legislación social avanzada e incitan a los sindicatos a la “acción directa”. Su radical intervencionismo coarta y retrasa la implantación de nuevas industrias autóctonas. Su dogmatismo está perjudicando grave e inmisericordemente a los coolies chinos e indios, a los peones mejicanos y a millones de seres humanos que, al borde de la muerte por inanición, luchan por sobrevivir”[9]). No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. (Tiene razón. Pero la “exclusión” de los millones a los que se refiere Mises está causada por el subdesarrollo fruto, a su vez, de la falta de mercado libre tal como Mises lo entiende). No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. (Tiene razón. Pero en la economía se tira comida cuando los gobiernos interfieren en el mercado agropecuario con precios mínimos produciendo sobrantes en el mercado). Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad (competitividad como la EA la entiende, no, porque no hay actualmente libre entrada al mercado) y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. (Sí, eso es así cuando los grupos de presión más poderosos consiguen prebendas por parte del gobierno, como muy bien lo explica la escuela del Public Choice[10]. No es así en una economía libre, esto es, cuando no hay privilegios otorgados por el gobierno). Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. (Tiene razón: el ser humano no es un bien de consumo. Pero es así cuando hay desocupación endémica, producida por los salarios mínimos y los privilegios sindicales fuertemente criticados por Mises en La Acción Humana y en El Socialismo (1922)[11].Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, (hay que tener en cuenta que explotación, si ello implica referencia a la plus valía marxista, debe ser reinterpretada, porque la teoría de la plus valía marxista, al basarse en la teoría del valor trabajo de Smith y en la del costo de producción de Ricardo, es falsa[12]) sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes». (Si, ese es el resultado del subdesarrollo por NO haber respetado al mercado libre. En última instancia, es comprensible que Francisco vea a la economía actual como un mercado libre; claro, EEUU, Europa y América Latina no son Corea del Norte. Si no se tiene en cuenta a la EA, es así. Pero ya vimos que la economía actual está lejos de ser un mercado libre como “proceso de mercado”: es una economía intervenida, y mucho más: es un juego perverso de grupos de presión que giran alrededor de los gobiernos centrales que reparten discrecionalmente una torta fija que no crece, por la falta de inversión y por el obvio límite del presupuesto público, como bien lo ha descripto J. Buchanan: una “rent seeking society”[13]).
3.2. “…En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. (Bien, no es el caso de la EA. Según sus economistas, el mercado libre no produce un enriquecimiento intrínseco de algunos a partir del cual cae de manera aleatoria riqueza sobre otros. La esencia de la cuestión es que el ahorro permite inversiones, nuevos capitales y nuevos proyectos, lo cual produce esencialmente un aumento de la demanda de trabajo y consiguientemente un aumento del salario real. O sea que el enriquecimiento general es una característica necesaria, no aleatoria ni “derramada” del mercado libre, excepto que se lo intervenga con impuestos confiscatorios, controles burocráticos, inflación y confiscación, como es lo habitual en América Latina. Es más: los empresarios, en un mercado libre, no necesariamente se enriquecen, a menos que tengan una protección del estado, lo cual ya no es mercado libre. Muchos de sus proyectos fracasan e incurren en pérdidas, y ello permite que el bien común se vea beneficiado sólo con los proyectos empresariales que aciertan en la demanda del consumidor) Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, (bueno, si la filosofía de Francisco me lo acepta, yo hablaría del análisis fenomenológico de la realidad social) expresa una confianza burda e ingenua en la bondad (si, esa confianza es la de aquellos que niegan el pecado original, pero no de los economistas de la EA que siempre han pensado en un mercado libre que funciona para personas normales bajo incentivos normales: el mercado libre no es para santos, es para todos) de quienes detentan el poder económico (bueno, en un mercado libre el “poder” lo tiene el consumidor, y en una economía intervenida, el “poder” lo tiene el estado) y en los mecanismos (bien, el mercado libre no es un mecanismo, sino un proceso humano) sacralizados del sistema económico imperante (yo diría que los economistas de la EA nunca han sacralizado nada y tampoco en mi caso que explícitamente he criticado el “clericalismo de mercado”[14]).
3.3. “….Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La crisis mundial que afecta a las finanzas y a la economía pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo.
(Este es uno de los puntos más importantes del malentendido que nos está afectando a todos. La crisis financiera internacional del 2008 fue un caso de lo que en la EA es la teoría del ciclo económico. Fue delineada principalmente por Mises en 1912[15](lo cual le permitió predecir, en parte, la de 1929); Hayek le agregó importantes acotaciones sobre el capital en 1931[16] y forma parte principal de los trabajos actuales de coyuntura de los economistas de la EA en los EEUU. El eje central de la teoría es que si el gobierno expande la moneda en el mercado de capitales, por medio de la expansión monetaria, la tasa de interés tiende a la baja fomentando proyectos de inversión sin sustento real que, cuando la expansión cesa, caen, produciendo quiebras y desocupación generalizadas. Ello es fruto de la intervención del estado, y no del mercado libre. Siempre ha habido avaricia, apego por el dinero e idolatría de las riquezas, incompatibles con el cristianismo, pero no son esos defectos humanos las causas de las crisis financieras, sino la intervención del estado en el mercado de capitales.)
56. Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. (Como hemos visto, eso es fruto del subdesarrollo, que a su vez es causado por la intervención del estado). Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. (Bien, como hemos visto, si por “autonomía absoluta” se entiende al mercado libre tal cual la EA lo entiende, entones esa autonomía implica simplemente que el estado no expande la oferta monetaria, bajando artificialmente las tasas de interés. No veo por qué llamarla “absoluta” dado que todo el sistema bancario es regido por las reglas básicas de respeto a los contratos). De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. (La EA no niega que el gobierno sea el agente encargado de custodiar el Estado de Derecho; lo que sí niega es que el aumento de oferta monetaria sea beneficioso. O sea, no veo por qué para ser católico hay que ser keynesiano).Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. (Bueno, sí, esa es la tiranía de los gobiernos afectando a la oferta monetaria y produciendo pobreza y subdesarrollo, la economía que mata).Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. (El endeudamiento de los países pobres se debe a préstamos de gobierno a gobierno, no al mercado libre. En un mercado libre no puede haber deuda pública porque los gobiernos no tienen emprendimientos empresariales. Mises criticó al Fondo Monetario ya en 1949[17] y P. Bauer[18] ha explicado claramente el origen estatista de la deuda internacional, que obviamente debe ser, por un lado, condonada, pero, por el otro lado, nunca comenzada de vuelta). A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. (Si, la corrupción es un horror, pero es fruto, como hemos visto, de las mafias de los grupos de presión que dependen del gobierno, lo cual nada tiene que ver con el mercado libre; de las infinitas regulaciones gubernamentales, que fomentan la coima para ser evadidas, y de la multiplicación de organismos del estado donde los grupos de presión depositan sus sobornos). El afán de poder y de tener no conoce límites (Si, eso fue descripto así por Adam Smith en La Riqueza de las Naciones). En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta.(Bueno, de vuelta, más que el mercado divinizado, es el estado convertido en Dios la causa de esa situación).
3.4. "...Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad –local, nacional o mundial– abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz. (Tiene toda la razón. La inseguridad no tiene su solución de fondo en cárceles llenas de personas sin la más mínima oportunidad que desde su infancia han sido abusados, desnutridos, drogados, des-escolarizados, etc., y seguirán llenando esferas de marginación mientras el subdesarrollo siga. Simplemente, de vuelta: ese subdesarrollo, ese subdesarrollo asesino, es fruto del estatismo de los gobiernos y especialmente de los de América Latina. Una democracia constitucional estable, un Estado de Derecho respetado, una economía de mercado, en igualdad ante la ley y ausencia de privilegios, son la clave para salir de la pobreza). Así como el bien tiende a comunicarse, el mal consentido, que es la injusticia, tiende a expandir su potencia dañina y a socavar silenciosamente las bases de cualquier sistema político y social por más sólido que parezca. Si cada acción tiene consecuencias, un mal enquistado en las estructuras de una sociedad tiene siempre un potencial de disolución y de muerte. Es el mal cristalizado en estructuras sociales injustas, a partir del cual no puede esperarse un futuro mejor. Estamos lejos del llamado «fin de la historia», ya que las condiciones de un desarrollo sostenible y en paz todavía no están adecuadamente planteadas y realizadas.
60. Los mecanismos de la economía actual promueven una exacerbación del consumo, pero resulta que el consumismo desenfrenado unido a la inequidad es doblemente dañino del tejido social” (De vuelta, toda la razón, simplemente agreguemos que el fomento del consumo sólo puede producirse por políticas inflacionarias que a expandir la base monetaria, fomentan innecesariamente la demanda de bienes y servicios cuya oferta no aumenta por controles que frenan la inversión y producen fuga de capitales).
3.4.“…La solidaridad es una reacción espontánea de quien reconoce la función social de la propiedad y el destino universal de los bienes como realidades anteriores a la propiedad privada. (Perfecto, ya hemos dicho muchas veces que la propiedad privada, en un mercado libre, es lo que hace que cumpla su función social[19]. Si el oferente NO cuenta con protecciones por parte del estado, u obtiene ganancia ante sus competidores, por sus mejores servicios, o se funde. La posibilidad de monopolios naturales es casi imposible si las tarifas arancelarias son cero y el productor tiene toda la competencia internacional por delante). La posesión privada de los bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común, (a eso nos referíamos: Mises mismo dice que esa es la función social de la propiedad[20]) por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde. (Si, cuando el gobierno deja de estafar con la inflación, cuando deja de gravar con impuestos confiscatorios, se le devuelve al pobre lo que la política estatista le sacó). Estas convicciones y hábitos de solidaridad, cuando se hacen carne, abren camino a otras transformaciones estructurales y las vuelven posibles. (Si: sólo una economía de mercado desarrollada deja márgenes de recursos disponibles para fundaciones sin fines de lucro y todo tipo de asociaciones solidarias que no tengan que ver con la rentabilidad). Un cambio en las estructuras sin generar nuevas convicciones y actitudes dará lugar a que esas mismas estructuras tarde o temprano se vuelvan corruptas, pesadas e ineficaces”. (Esto es muy importante. Las economías de mercado han sido fruto de la praxis y el pensamiento de las sociedades judeocristianas occidentales. Pueden expandirse a otras culturas pero el origen de sus virtudes principales (la laboriosidad, el cumplimiento de los contratos, el ahorro, la frugalidad, el respeto del estado de derecho) son judeocristianas).
3.5. “…La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. (Toda la razón). Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera (bien, he allí el eje central de este diálogo: como dijimos, Francisco ve en la economía intervenida por los gobiernos “la autonomía absoluta de los mercados”. Por ello le propongo interpretar la realidad social y económica desde otro ángulo, y especialmente considerar que el mercado financiero es un problema cuando el gobierno expande la base monetaria y afecta a las tasas de interés; y ello pasa tanto en EEUU como en Argentina) y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales”. (Inequidad es falta de distribución. Claro que es un deber que los presupuestos se distribuyan con equidad. Pero en una sociedad con escasez, donde, después del pecado original, hay que ganarse el pan con el sudor de la frente, el problema central es la dispersión y des-coordinación de conocimiento para minimizarla. O sea, el problema principal es producir. Claro que Dios ha creado todo para todos los seres humanos pero luego del pecado original los bienes deben ser producidos con un trabajo que causa sudor. Una ética del trabajo y de la producción es por ende tan importante como una ética de la distribución).
3.6. “…Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. (Entiendo que la analogía de la “mano invisible” sea invisible J. El asunto es interpretarle a la luz de lo anteriormente expresado por Hayek. No es un mecanismo automático, no es suponer que la gente va a ser mágicamente buena. Tiene que ver con que la “mano visible” del gobierno, interviniendo los precios como síntesis de información dispersa, borra las señales del mercado, que son los precios. Ello sí que hace “invisible” a lo que es escaso o no en términos de demanda del consumidor, como explicó Hayek en The Use of Knowledge in Society[21]. Por lo tanto la analogía de la “mano invisible” lo que quiere decir es que cuando el gobierno no interviene, la oferta se acerca a la demanda “aprendiendo” a leer los precios. El que no aprende se funde, y ello es esencial para el bien común. Por ende se puede confiar en una economía de mercado; no hay nada “invisible” excepto que las personas habitualmente no ven las consecuencias directas de sus acciones: Francisco “no ve” que cuando elogia a San Lorenzo los productores de camisetas de San Lorenzo tienen mayor demanda, pero es así, y nada de malo hay en ello excepto que el productor de camisetas lo haga con un arreglo con el gobierno argentino a expensas de todos). El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo. (Tiene razón: el mero asistencialismo no es suficiente. Es necesaria una reforma de las estructuras, y por ello estoy proponiendo con todo respeto y afecto a Francisco la consideración de que lo que él llama mercado son las estructuras estatistas que frenan al desarrollo Por lo demás, como ya he explicado otras veces[22], Hayek no niega la redistribución de ingresos a nivel municipal, siempre que no sea inflacionaria, confiscatoria o monopólica. Lo que los partidarios de la EA rechazan es el monopolio de los gobiernos nacionales, el “welfare state”, que está en crisis en EEUU y en Europa, no sólo por una cuestión de ineficiencia y pirámide de la población invertida, sino por una radical injusticia: atenta contra el ppio. de subsidiariedad. Esa distribución que Hayek admite, por lo demás, es totalmente compatible con un programa de investigación donde las funciones del gobierno municipal se transformen en las de un club good). Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos” (Bien, como hemos dicho, ello sucede cuando no hay reglas claras en una economía de mercado. Cuando se busca rentabilidad, se promueven nuevas inversiones, y ello implica aumentar la demanda de trabajo (pues los bienes de capital provienen del trabajo, inteligencia y creatividad aplicados a los recursos naturales) lo cual implica aumentar la demanda de trabajo y disminuir la desocupación).
4. 4. Conclusión.
Espero que este diálogo sea fructífero. Un diálogo siempre implica una voluntad de empatía para acercar horizontes. ¿Por qué aquellos formados en Scannone o Dussel, por un lado, no pueden sentarse a dialogar con los que estamos formados en Mises y Hayek? ¿Tan infranqueable tiene que ser la incomunicabilidad de paradigmas? Creo que no. Mucho más cuando las intenciones son las mismas: acabar con la pobreza, el subdesarrollo, el hambre, la desnutrición y todas las condiciones infrahumanas de vida. Mucho más cuando no estamos debatiendo los principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia; mucho más cuando nada de esto está dicho como una crítica a los teólogos que se han preocupado por las condiciones humanas de vida de los pueblos, mucho más cuando todo esto está dicho desde un laico que comparte los llamados de Francisco a vivir más auténticamente el Evangelio, a descentralizar el gobierno de la Iglesia, a ir hacia las periferias, a mirar con misericordia, a escuchar con el corazón. Espero que Francisco, un Papa abierto al diálogo, se abra a este diálogo, tan inusual, pero tan importante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario