miércoles, 23 de abril de 2014

Relativismo moral..

El relativismo moral
Por Luis Domenianni

  
Relativismo moral es, sin duda, la herencia principal que dejará el kirchnerismo tras la década “ganada” de su estadía en el poder.
Relativismo moral que abarca sin complejos el uso de la mentira, la falta de respeto por la palabra dada, la construcción del relato, la tergiversación de la historia, la manipulación de los derechos humanos, la corrupción sistemática, la falta de garantías y el intento de división de la sociedad argentina en dos sectores enemigos irreconciliables.

Ahora bien ¿Es el relativismo moral patrimonio exclusivo del kirchnerismo? Sin duda es su mayor exponente. Pero ¿No es acaso el kirchnerismo un subproducto del peronismo? ¿Es que, aún en una menor escala, dicho relativismo moral no estaba presente en el otro subproducto, aparentemente opuesto, como fue el menemismo?

Por aplicación del método inductivo, el relativismo moral abarcaría al peronismo, al menos en lo que va del período democrático iniciado en l983.

Historia

¿Y anteriormente qué? ¿No fue acaso relativismo moral el empleo de métodos terroristas por parte de las organizaciones militarizadas como Montoneros? ¿Y no fue relativismo moral la respuesta peronista de la guerra sucia de la Triple A, antecedente inmediato del terrorismo de Estado de las Fuerzas Armadas?

¿Pero todo ello ocurrió pese a la voluntad en contrario de la mayoría de los argentinos? ¿Es que acaso el peronismo necesitó del fraude para ganar una elección, más allá de algunos hechos puntuales? ¿Los argentinos nos sentimos sorprendidos y vejados por este relativismo moral?

La verdad es que no. No, al menos, gran parte de los argentinos. Y no se trata de entrar en falsas categoría sociológicas. No son las diferencias de clase social –desde una mirada puramente económica- las que permiten comprender la realidad como sí lo fueron allá por los años 1940 y 1950.

El relativismo moral corta transversalmente a la sociedad. Desde las infracciones de tránsito hasta el lavado de dinero. Desde las barras bravas hasta la corrupción de los funcionarios. Desde la falta de coraje del empresariado hasta la complicidad de gran parte de la pseudo oposición. Desde la viveza criolla hasta el narcotráfico. Desde el acomodo hasta los feriados a troche y moche. Desde los subsidios hasta la proliferación de empleados públicos.

¿Protesta la sociedad contra estos males? Sí, a veces. No siempre y no toda. No toda porque gran parte de la sociedad no los considera males sino “habitualidades”. No concibe que se pueda vivir de otra manera y cuando se les nombran numerosos ejemplos en el mundo, se visten con una imaginaria camiseta celeste y blanca, dicen que esos ejemplos son “aburridos” y que quienes los citan son vende patrias que deberían irse a vivir por aquellos lares.

Sociedad

Pero, además –y es más grave- no siempre. En 2011, la sociedad corrió presurosa a votar a Cristina Kirchner casi masivamente. ¿Es que entonces la corrupción era desconocida? ¿Las mentiras del INDEK eran inexistentes? ¿El atropello a las instituciones no estaba en vigor? No. Ocurría que, por aquel entonces, había plata.

Con un gasto público galopante, subsidios por todos lados, empleo público en franco crecimiento y retraso cambiario, el país vivía una prosperidad mentirosa y de patas cortas. Entonces, el análisis estaba de más. “Que siga el baile” era la consigna de la hora. No sin cinismo, los más lúcidos completaban “que siga el baile, mientras dure”.

Como era previsible, duró muy poco. Pero dejó al desnudo que la mayoría de la sociedad prefería la alegría del relativismo moral frente a la doctrina de la capacitación y el esfuerzo ¿O qué otra cosa es comprar conciencias y raciocinios con dinero fácil?

Duró muy poco y apenas los síntomas de la crisis económica comenzaron a aflorar, la sociedad se movilizó. A esa minoritaria parte de la sociedad con convicciones firmes y con honestidad intelectual se sumaron los “arrepentidos” cuyo arrepentimiento coincidió con las primeras muestras del desastre económico.

Para unos se trataba de la mentira, de las instituciones, de las libertades, de las garantías, de la corrupción. Para otros del dólar, la inflación, los precios.

Fue esa conjunción la que posibilitó el triunfo semi opositor de octubre del 2013. Más que un triunfo semi opositor, se trató de una derrota oficialista. Lo de semi opositor va por Sergio Massa, obviamente.

Ahora

¿Y qué quedó? Quedan las dos partes de la sociedad. Que son tres, mientras el kirchnerismo peronista sea oficialismo.

Cualquier encuesta lo demuestra. Para gran parte de los argentinos, el problema no son las instituciones, el estado de derecho, la independencia de los poderes, las libertades públicas o las garantías constitucionales. Es decir, para gran parte de los argentinos el problema no es la República.

Para esa gran parte de los argentinos, la preocupación es el la inflación, el salario y el trabajo.

Desde ya que no es malo, ni incorrecto en sí mismo, que la inflación, el salario y el trabajo preocupen. Lo grave es que para esa gran parte de los argentinos si estos tres indicadores no fuesen preocupantes, la República no les preocuparía en lo más mínimo.

Entonces, voten para un lado, o voten para otro, el relativismo moral sigue en pie. Néstor Kirchner bien lo comprendió. La soberbia de Cristina Kirchner no le permitió comprobarlo tanto. Es viejo como el mundo. Es pan y circo.

Claro, ya se trata de un relativismo moral mezclado con baja dosis de inteligencia. Porque ya es hora que más de uno comprenda, internalice y aprehenda que sin República, las ventajas económicas son pasajeras. Efímeras.

Pruebas al canto. La “redistribución” peronista-kirchnerista fue posible gracias a “santa soja”. La “redistribución” chavista en Venezuela lo fue gracias al petróleo. Ni los precios de la soja, ni los precios del petróleo son hoy bajos en el mundo. Todo lo contrario. Sin embargo los dos países presentan cuadros de bancarrota. Sí, es cierto, Venezuela mucho peor que la Argentina.

Es que la República, como vigencia de las instituciones y del estado de derecho, no garantiza el éxito económico pero es el marco para su sustentación, al menos cuando uno pretende vivir en libertad. Si no, claro, está el modelo chino.

Los derechos humanos

La cuestión del relativismo moral queda en particular evidencia cuando hablamos de derechos humanos. No debe haber causa más altruista, ni humanista. En particular, porque la primera defensa de dichos derechos es la defensa de la vida.

En rigor es una historia “incorrecta” más allá del tristísimo final de la supeditación al esquema corrupto del gobierno peronista K.

Y es incorrecta porque fue una batalla cultural donde el relato se impuso por encima de la verdad.

Sin duda que la labor de los organismos de derechos humanos fue fantástica, aunque más no sea por lo corajuda, en los tiempos del terrorismo de estado militar. Allí, se mezclaban organismos legales, religiosos y familiares.

Todo parecía simple, claro y puro, más allá de las personalidades que integraban las distintas organizaciones. Pero, no lo era.

La primera diferencia era la lectura de los hechos. Indudablemente, el principio general –y sin excepciones- es que toda persona tiene derecho a un juicio justo e imparcial y al ejercicio de su defensa en juicio, trátese de la acusación de la que se trate.

Pero, una cosa es el derecho a la defensa en juicio y otra muy distinta es la reivindicación del accionar armado.

Cabe aquí formular una segunda distinción. Es la propia Constitución la que autoriza a armarse en su defensa –artículo 21-, aunque aclara que es “conforme a las leyes que al efecto dicte el Congreso y a los decretos del Ejecutivo Nacional”.

Pese a la aclaración, en una concepción amplia por lo vaga, resulta posible creer en la lucha armada en defensa de la Constitución cuando esta no rige –dictaduras militares-. Imposible cuando la Constitución está en vigencia: pase a la clandestinidad de los Montoneros y acciones armadas desde 1974 hasta el golpe militar de 1976.

Y aun cuando no está en vigencia, una cosa es un ataque militar y otra el empleo del terrorismo. Si lo primero contradice el orden legal, lo segundo es un atentado al género humano.

Los dos demonios

Pues bien, estas distinciones claramente establecidas en el gobierno del presidente Raúl Alfonsín, él mismo integrante de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y defensor de presos políticos durante los años de plomo, no fueron aceptadas por algunos organismos como, por ejemplo, Madres de Plaza de Mayo, línea Bonafini.

Para estas señoras, sin dudas admirables durante su lucha por la recuperación de sus hijos en épocas de la dictadura, las acciones de Montoneros no son censurables. Para ellas, es malo matar al guerrillero y bueno matar al militar. Malo secuestrar al combatiente pero defendible y aceptable si es un empresario o un sindicalista de derecha.

Eso, aquí y en la China es relativismo moral. El hecho no es condenable en sí, sino en función del móvil.

Frente a ello, se erigía la denominada “teoría de los dos demonios”, la que culpaba tanto a uno como a otro terrorismo. Sin dudas, el terrorismo de Estado puede aún ser más condenable producto que la violación de los derechos humanos se lleva a cabo por parte de quienes tienen la obligación, moral y legal, de su defensa, y porque se hace desde la impunidad estatal.

Pero, ello no significa que el terrorismo o la simple violencia en etapas de legalidad democrática no sean condenables desde lo ético, por supuesto, pero también desde el derecho positivo.

Raúl Alfonsín a quién no le cabe la acusación de relativismo moral así lo entendía y así lo puso en práctica cuando derogó la auto amnistía militar -a la que el peronismo de los Luder, los Menem y los Kirchner, consideraba válida- y decidió someter a juicio, con todas las garantías de la ley, a los genocidas militares y a los jefes terroristas guerrilleros.

El relato…

Los Kirchner no siguieron el ejemplo. Tal vez por la necesidad de ocultar su cobardía y su preocupación por el dinero durante los años de plomo, volcaron el escenario para un lado. Completaron el relativismo moral de las Madres de Plaza de Mayo. Desde entonces la violencia amparada en un relato revolucionario es buena y la consiguiente represión es mala.

Pero, no contentos con esta tergiversación, llevaron a cabo la tarea que le es innata: corromper.

Si hasta entonces, el relativismo moral de las Madres de Plaza de Mayo línea Bonafini era teórico, pasó a ser práctico. Más que práctico, pedestre. Ya no se trató de la memoria de los hijos, ahora se trató de negociar con la memoria.

“Sueños compartidos”, más allá de cualquier veleidad de justicia social, fue la indemnización, no reconocida como tal, que percibieron las señoras que comanda Bonafini. Quizás porque así se lo entendió es que la sociedad guardó un prudente silencio, cuando no emitió comentarios favorables, frente a la cuestión.

No estaba mal que después de tantos años de sufrimiento –aunque desde la etapa alfonsinista existía una indemnización oficial- las sufridas madres recibiesen una compensación. Claro que no cerraba del todo porqué esa compensación debía ser empresarial en lugar de monetaria. Y no dejaba de llamar la atención que contemplara un circuito de pagos donde intervenían funcionarios peronistas kirchneristas, con el mal olor que ello conlleva.

Y cuanto era sospechable se tornó realidad. No se trató de una compensación, sino de un negociado. No se trató de justicia social, sino de corrupción. No se trató de fuentes de trabajo, sino de enriquecimiento.

Bonafini no es precisamente un angelito, pero jamás hubiese sido corrupta si el peronismo K no le hubiese dado la oportunidad. O mejor dicho, si no la hubiese reclutado para la corrupción.

…y la corrupción… 

De allí en más, todo fue posible. Las prestigiosas Madres de Plaza de Mayo, línea Bonafini, se convirtieron en una fuerza de choque al servicio del peronismo K. En un ariete contra la justicia, los medios no oficialistas, la oposición, el campo y el sindicalismo ex K. Hasta trasladaron culpas, no faltó mucho para que señalaran como violadores de los derechos humanos a quienes se oponen al oficialismo.

Cierto es que la fe del converso mueve montañas. Y llegaron al extremo. No solo a no condenar la designación del espía militar, César Milani, como jefe del Ejército, pese a las acusaciones sobre desaparición de persona que pesan sobre él, ratificadas por una Madre de Plaza de Mayo de la ciudad de La Rioja, sino a publicar un reportaje que le formuló una condescendiente y, hasta melosa, Hebe de Bonafini.

Triste fin del ahora cuento de la memoria, los derechos humanos y el relato de los “héroes que dieron la vida” por un ideal. Alcanzó con treinta denarios. O con varias decenas de millones de pesos previos a la devaluación. Para el caso es lo mismo, el enriquecimiento de los vivos prevaleció por sobre la memoria de los muertos. Muertos, en gran cantidad de casos, mal muertos a los que se los transformó en mártires, luego de limpiarles el prontuario, para después sepultarlos no en el cementerio, sino en el olvido.

…generalizada

Todo por una compra venta que no solo abarcó a Hebe de Bonafini y sus socias. Fue más allá, porque a la hora de corromper, hay que corromper todo lo corrompible. Entonces, también abarcó a las abuelas. Seguramente no a todas, pero sí a la más visible Estela de Carlotto, uno de cuyos hijos se convirtió en encumbrado funcionario K y, desde entonces, ninguna crítica salió de boca de la otrora ejemplar luchadora.

Ambas Bonafini y Carlotto se prestan a lo que sea. A Milani, a la Fragata Libertad, al aplausómetro en las intervenciones cada vez menos perspicaces de Cristina Kirchner, al ajuste de Cristina, Capitanich y Kicilof, a la corrupción de Boudou y gran parte del oficialismo, a pasar por alto y festejar el enriquecimiento de los Kirchner que solo para Oyarbide no es ilícito, a lo que sea. “Pa’ lo que guste mandar”.

Por alguna razón, el Comité Nobel de la Paz, no premia a estas mujeres, aún entre sus muy discutibles decisiones.

Y esa razón es el relativismo moral. Que abarca a quienes deberían ser los ejemplos en los que se refleje la sociedad argentina.

No son pocos los peronistas que hoy, ahora, después de gozar de los beneficios del poder –que con el peronismo en el gobierno no son pocos a juzgar por los incrementos patrimoniales de más de uno- se rasgan las vestiduras y se presentan a la sociedad como libres de toda culpa y cargo.

Sergio Massa, ex interventor en el ANSES y ex jefe de gabinete de Cristina Kirchner es uno. Daniel Scioli, ex vicepresidente de la República de Néstor Kirchner, el otro. ¿Estaban confundidos? ¿Comían vidrio sin darse cuenta? ¿Eran ingenuos?

Desde ya que no. Es que las preguntas a formular no son esas. En realidad es una sola. Más que una pregunta es un dilema: el relativismo moral ¿Es una condición de la argentinidad que corporiza el peronismo? O ¿Es la enfermedad que el peronismo le contagia a la sociedad?

Que cada uno elija su respuesta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario