viernes, 20 de febrero de 2015

Marcha del 18F.

LOS HÉROES DEL SILENCIO
Los argentinos hicimos hoy lo que es debido, mostrar que nuestra capacidad de emoción, indignación y solidaridad no fueron esmeriladas por tantos años de impunidad y circo.
Vi, pateando la avenida de Mayo, a hombres y mujeres muy mayores, con tantas marchas en el historial como sabiduría creada por el juego de aciertos y errores que es cada vida, los vi con sus bastones o su paso inseguro; vi también a un niño con un paragüitas estampado con personajes de Toy Story, junto a sus padres, recibiendo una primera lección amable de urbanidad; a gente que lloraba por la emoción que produce la multitud y el gesto moral, ¡la emoción del duelo atrasado!, y se abrazaban y contenían, y más se abrazaban las parejas, protegiéndose el uno con el otro, compartiendo el paraguas, entrelazándose, con esa esperanza única del amor. Había jóvenes que fueron por primera vez a una marcha: también los vi. Eran yo a los veinte años.Tenían el mentón levantado y los ojos grandes calcando el gesto de los superhéroes ante una acción trascendente de efectos duraderos.
Llovió tercamente, no nos vamos a olvidar del día que cuatrocientos mil argentinos marchamos bajo una lluvia bíblica entre el Congreso y la Casa Rosada, que pocas veces nos creó la expectativa de una noche tibia y despojada. Así fue y así la recordaremos, empapados. Y caminamos lento, midiendo el paso, para acompañar y acompañarnos, sobre el ecosistema húmedo que se creó entre el asfalto y el toldo gigante de paraguas.
Incluso para los que podemos presumir sobre marchas el 18F fue de no creer. Por la comunión, el respeto y por el profundo sentido político que tiene encontrarse con los contemporáneos a marcar lo que es aceptable, de lo que no, en la vida común.
Señora Presidenta: hoy los héroes del silencio le dieron una lección.
Empiece mañana mismo a reencontrarse con este pueblo, diga la verdad, deje de cubrir a los que hacen mal y a los que hacen peor. Tiene usted el honor más grande que puede tener un servidor público. Entonces, simplemente sirva y deje de servirse. Salga de la cueva, presidenta, que ya dejó de llover.

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