Exégesis del 8N |
Por JUAN SALINAS BOHIL
Opinar en contrario es políticamente incorrecto, supuestamente, una necedad. Los caceroleros quieren que Cristina los escuche y que modifique alguna o muchas de sus políticas. Sin golpear las ollas exigían los mismo en 2005 cuando el kirchnerismo ganó las elecciones. Se les explicó entonces que es demencial realizar cualquier cambio cuando se gana y sino habría que preguntarle a entrenadores de fútbol como Pekerman o más recientemente a Almeyda.
Aunque pueda parecer una insensatez, por el momento y sólo por el momento, la protesta puede favorecer al gobierno porque canaliza las energías opositoras de la sociedad debido a que las del Congreso las tiene bien atornilladas porque de "opositores" como Juez, que por su histrionismo bien podría acompañar a MIDACHI y que luego de su vergonzoso papel en la estatización de la ex Chiccone ha desaparecido de los lugares que solía frecuentar (radios y televisoras a toda hora) o de Solanas que hace 20 días dio comienzo a su campaña de reelección, estamos repletos. Y los otros, los que dicen serlo de verdad y a los que sinceramente deben creérseles, suelen apoyar las mismas cuestiones que el Ejecutivo. Piénsese en las estatizaciones de YPF, Aerolíneas o el voto joven, por citar sólo algunas y sus acciones como las de "abrazar" al Palacio de Justicia que es lo más progrey delicado que se pueda pedir.
El cacerolazo del jueves muestra a las claras lo endeble del sistema político argentino y si se continúa aceptando que "El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución"., la próxima manifestación (porque ya se está pensando en otra), si es que se realiza, debería efectuarse frente a los domicilios de los políticos "opositores" elegidos para exigirles que cumplan su parte del contrato electoral -si es que alguno de ellos ha propuesto alguna cosa-. Llegará el día en que los electores se hagan responsables de lo que votan y a quiénes votan, en un largo camino que es preferible transitar pero que no resulta tan peligroso como el actual.
Si se asegura que a ciertos políticos "no les entran las balas", es posible que a la soberbia presidencial las protestas de la clase media no le hagan ni cosquillas. Tampoco los documentos que aglutinan firmas opositoras en apoyo a una justicia independiente del Ejecutivo o las diversas "sensaciones" de inseguridad, corrupción, inflación, desocupación, de reforma de la constitución o pérdida de libertad que sienten los manifestantes. Tiempo al tiempo. Ya se dará cuenta y comprobará que la equivocada es ella. La realidad, finalmente, hará trizas su sueño autoritario como el que erigió con su marido en su feudo de Santa Cruz.
De aquí a diciembre vendrán otras concentraciones opositoras como la sindical peronista de Moyano y Micheli que no tendrá apoyo de la clase media por la aversión que ésta mantiene con el primero y que el camionero no puede remontar. Sería conveniente que ambos sectores fluyan en ese encuentro pero es muy fuerte en el recuerdo de los caceroleros los servicios que prestó Moyano a los Kirchner en sus primeros años de mandato como para aceptarlo ahora de socio en la protesta.
El país sigue deteriorándose. La libertad está anclada y embargada. Las clases bajas aún no lo perciben pero se inundan igual que las medias. El ministro de la Luz dijo que alguien "bajó la palanca" y por eso se produjo el corte masivo de energía. Si era sólo una palanca no se explica por qué tardó tantos días en subirla. A continuación hizo una denuncia penal y el sorteo del juzgado cayó nuevamente en el que administra el juez Oyarbide, dueño de todas las pelotillas que se encuentran dentro del bolillero. ¿No habrá llegado la hora de solicitar veedores internacionales a la ONU cada vez que se realice esa clase de sorteos?
En un juego de ajedrez incompleto con una reina sin rey, el próximo paso en las hostilidades le corresponde a la Casa Rosada. Sus cuadros dicen estar "Unidos y organizados". Del otro lado también.
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domingo, 11 de noviembre de 2012
La clase media colmó las calles y no hay quien se resista a quedar fuera del podio triunfal.
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