Impresentables
Uno repasa la fauna política que se supone representante de la ciudadanía y concluye que no le cabe mejor descripción que la de “impresentable”. Ya sé. Al lector se le deben estar ocurriendo varios adjetivos más y probablemente esta columna coincida con la mayoría, pero haremos el esfuerzo intelectual de concentrar en uno las conductas públicas de la “clase política” que incluyen, no solamente a los funcionarios k, sino a la enorme mayoría del resto diseminados a lo largo de la oposición, empresariado y poder económico. A saber:
Impresentable Aníbal Ibarra, espantado por el tratamiento que le dio el oficialismo porteño a la batalla campal generada en el Borda entre manifestantes y la autoridad policial. Impresentable su indignación mientras deambula impertérrito con la mochila de Cromagnon en el lomo. Impresentable cuando durante su gestión reemplazó la exigencia constitucional de la idoneidad por las de los vínculos familiares o de amistad para la selección de funcionarios y el posterior nombramiento de amigos y parientes que desembocó en aquella tragedia, como tantas otras, evitable.
No menos impresentables quienes, con su voto, instalaron a Ibarra en una banca pues es incomprensible que se sientan representados por semejante sujeto. Impresentable el desprecio de uno y de los otros por el dolor ajeno y el culto contumaz por la improvisación de los funcionarios, su falta de escrúpulos y la negación permanente de la responsabilidad personal sobre el resultado de sus gestiones.
Impresentable el sospechado vicepresidente Boudou, disfrazado de etiqueta, mal acompañado y mal representándonos entre líderes mundiales que miran con espanto y sorna la decadencia argentina, esa con la que él viene colaborando generosamente.
Impresentable el jefe de la economía, aterrado frente a una consulta periodística pero imperturbable como partícipe necesario del desastre que el kirchnerismo viene tejiendo de manera sostenida y cotidiana. Impresentable su escasez intelectual y su carencia de principios.
Impresentables los diputados y senadores oficialistas haciendo “oídos sordos” al reclamo de la población por una justicia independiente y libertad de expresión, y ellos sentenciando de muerte a ambas. Impresentables votando cualquier iniquidad enviada desde un ejecutivo desquiciado que encuentra en ellos, sin excepción, un eco mudo y cómplice. Son la hipocresía en su expresión más pura, pues rechazan la noción de “obediencia debida” a los militares (principio que es la columna vertebral de la instrucción castrense) cuando en su caso es un mandato genético cumplir sin discutir una orden.
Impresentable el empresariado nacional, cómplice y partícipe necesario del saqueo K. impresentable la dirigencia del poder económico argentino que rifa la república por un contrato de obra pública, por una licitación arreglada, por una legislación a medida. Impresentables y responsables todos ellos, de acompañar codo a codo las barbaridades que pergeña el gobierno pero que serían de difícil concreción sin la connivencia de los privados. Impresentables sus vergüenzas desteñidas de tanto revolcarse en el delito ajeno y la corrupción propia.
Impresentables los grupos de medios de comunicación que, frente al riesgo inminente del autoritarismo que amenaza a la Argentina, operan contra sus pares, también por dinero. Impresentables sus camorras, sus viejas envidias y sus morales ausentes.
No ha inventado nada el kirchnerismo. Está aplicando peronismo puro y, como la receta no es nueva, tampoco será nuevo el resultado: autoritarismo, pensamiento único, arbitraiedad, justicia adicta, persecución política, estado tan rechoncho como ineficiente. La historia demuestra que al totalitarismo se puede llegar a través de las urnas pero que difícilmente se sale por la misma vía. “Querían la paz sin honra. Ahora no tienen la paz ni la honra” les dijo Churchill a quienes quisieron eludir la realidad. Inquietan la memoria histórica y las semejanzas, porque tanto de negar los hechos como de deshonra, los argentinos sabemos un montón.
No ha inventado nada el kirchnerismo. Está aplicando peronismo puro y, como la receta no es nueva, tampoco será nuevo el resultado: autoritarismo, pensamiento único, arbitraiedad, justicia adicta, persecución política, estado tan rechoncho como ineficiente. La historia demuestra que al totalitarismo se puede llegar a través de las urnas pero que difícilmente se sale por la misma vía. “Querían la paz sin honra. Ahora no tienen la paz ni la honra” les dijo Churchill a quienes quisieron eludir la realidad. Inquietan la memoria histórica y las semejanzas, porque tanto de negar los hechos como de deshonra, los argentinos sabemos un montón.
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