lunes, 20 de mayo de 2013

Lo que se ha fundido en la Argentina kirchnerista son los valores y principios básicos de una moral colectiva.


“Roban pero Hacen”

En el año 1996, la sociedad argentina se sorprendía con una cámara oculta donde quedaba en evidencia el pedido de una coima para otorgar una habilitación irregular en Moreno. En ese entonces, Rodolfo Galeliano, funcionario municipal, hablaba de “la platita, la platita” en alusión a la última cuota de un pago de 100 mil pesos, solicitado para poder habilitar una bailanta en dicha localidad del conurbano bonaerense. En menos de 24 horas, el hombre fue detenido y alejado de su cargo. Durante varios días, ese episodio gravitó en la prensa argentina.
Sabrá Dios que nos pasó en los últimos 17 años que hoy, tras observar y escuchar hablar de millones de dólares y euros, devenidos del erario público, es decir de su bolsillo y el mío, el asombro es mínimo y quienes se hicieron “irregularmente” de ellos, no sólo siguen libres sino que ocupan los cargos más importantes dentro de los poderes Ejecutivo y Legislativo.Es evidente que el relativismo moral y ético subyugó al país y nos trajo hasta aquí.
La situación es pues mucho más grave que en aquellos años de soslayada corrupción. Aquello parece ser apenas el aperitivo de lo que hoy es, directamente, un verdadero banquete. En el trayecto nos jaquearon un sinfín de crisis politicas y económicas, esas que se arreglaban con mayor o menor premura acudiendo a mágicos planes, invención de monedas, tablitas, ministros nuevos e incluso algún cambio de gobierno.
Ahora ninguna de esas fórmulas resulta útil para sortear la coyuntura. No hay economista en el mundo que pueda solucionar lo que sucede en esta geografía donde el dólar blue o paralelo es apenas un reflejo de una crisis más severa.
Lo que se ha fundido en la Argentina kirchnerista son los valores y principios básicos de una moral colectiva. De repente, todo es aceptado con una mansedumbre que espanta a quienes nos miran desde afuera. El tango en ese sentido fue profético: “da lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, que el que cura o esta afuera de la ley”
En esa Argentina quien ha venido denunciando esta crisis subterránea, en la última elección no llegó al 2% de los sufragios. Quizás eso diga algo…
Mucho mejor les fue a quienes esgrimían el “roban pero hacen“, aunque nunca lograron explicar las ventajas de una frase que nos ha sepultado en vida. Roban millones, ¿qué hacen? Estragos hacen… Son las paradojas de una Argentina insólita, siempre al borde del abismo, en un eterno estar a la deriva, siempre a medio camino.
Un país donde modificar la escenografía creó la vana certeza de estar cambiando, pero la obra siguió siendo la misma. Una geografía detenida en un presente perpetuo, estático. Dueños de nada pero propietarios de todo: de los cuatro climas, de los mejores paisajes, de la semilla que tiras y come la familia. Un todo tan abstracto que termina evaporándose, que al final es solo agua escabulléndose entre los dedos de las manos. O tal vez castillos de naipes alzados en el sitio de las tempestades…
En este contexto, pasamos una semana desde todo punto de vista complicada. Parecía que el gobierno en su “vamos por todo“, finalmente arremetería contra quien ha erigido en máximo enemigo y estipulado como responsable de todos los males. La intervención al Grupo Clarín no era apenas un rumor de pasillos, era la acción a concretar antes del pasado domingo. Pero algo sucedió.
Quizás no fue un sólo hecho sino una sumatoria de acontecimientos con un único mensaje hacia Balcarce 50: si no hay un límite claro para el kirchnerismo, debe haber al menos, temor a un límite en la paciencia de los argentinos.
La conferencia de Mauricio Macri anunciando un decreto de necesidad y urgencia (DNU) para resguardar el derecho a la libertad de prensa fue el corolario de un clima social poco grato. Más allá del instrumento político impulsado, la irrupción del jefe de la ciudad en el momento justo y en el lugar indicado cooperó a desasnar a más ciudadanos acerca de lo que estaba y está pasando.
En otras palabras, el gobierno quedaba en evidencia. Fue algo así como avisar que un grupo de boqueteros comenzarían a excavar para saquear un comercio, y alguien decidió montar guardia en esa cuadra. Ahora bien, ¿durante cuánto tiempo? Siempre hay una pregunta cuya respuesta no tenemos…
No debe haber sido sencillo para la Presidente digerir tamaño adelantamiento a los hechos. No está acostumbrada a ello, y el desconcierto debió haber sido severo. Pocos minutos después del anunció del líder del Pro, Cristina habló en la Universidad de La Matanza sin hacer una mínima mención a las acusaciones que se le hicieran. Ella que nunca se queda sin palabras, no aludió al tema. Estaba ciertamente desorientada. Desde esa desorientación, de todos modos ordena y manda.
Habló si de la necesidad de tener una “justicia democrática” porque “de qué te sirve que te vaya bien, si salís a la calle y te matan en cualquier esquina“. ¿Quién puede refutarle?
Sin embargo, su reforma judicial no prevé en ningún momento un cambio en la legislación para evitar que ocurran situaciones semejantes. Se limita al aumento del número de consejeros, a su elección, y a impedir amparos que no favorezcan al gobierno. Es apenas un blindaje a la inmoralidad reinante.
Es decir, los delincuentes seguirán entrando por una puerta y saliendo por otra, las reincidencias continuarán siendo moneda corriente, y los derechos del homicida o el violador se priorizarán por sobre los de la gente.
Lo cierto es que aquello que la Presidente vende en sus discursos no es lo que impulsa luego a través de leyes o decretos. Habla desde lo políticamente correcto, pero actúa desde la incorrección política y humana más avezada.
Todo se mide con la vara de la legitimidad y la legalidad pero nada se sopesa antes en la conciencia ética y moral.
Y en definitiva, ¿quién va a ponerle límites principistas a la mandataria? ¿La misma sociedad que consume los productos que ella vende cotidianamente? El dilema es complejo por donde se lo mire.
La dirigencia no fue engendrada en Estocolmo, surgió y surge de este suelo donde los cimientos se han deshecho. Hoy el país se levanta sobre arenas movedizas. Todo es depende, nada es blanco o negro. Un gris o cualquier otro matiz puede negociarse si es necesario y conveniente…
Roban pero hacen“… Hasta que esa consigna deje de tener cabida en estas latitudes, los cambios serán sólo maquillaje acicateado. Mientras importen más las listas y los candidatos que la conciencia del bien y el mal de quienes han de votarlos, la Argentina seguirá siendo esto que hoy es: un escenario donde Tartufo no riñe con el rey simplemente porque el rey es él.
Gabriela Pousa
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