martes, 14 de agosto de 2012

"Las transformaciones sociales sólo son posibles en el marco de la lucha colectiva"

MORO FLORES:




(AW) El Moro Flores resiste en un hospital de Buenos Aires desde principio de agosto. Tres meses atrás, su pelea era en defensa de las montañas de su pueblo catamarqueño, saqueadas a cielo abierto por el depredador extranjero. Sin saber cómo quedará luego de una delicada operación, quiere seguir siendo parte de la lucha colectiva en defensa del medio ambiente.

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Liliana Giambelluca (especial para Agencia Walsh)
El ambientalista de Andalgalá, partícipe de asambleas y protestas contra la megaminería a cielo abierto, el 7 de abril de este año cayó al vacío mientras colocaba una antena para instalar una radio comunitaria en el límite de Chaquiago y Andalgalá. Su cuerpo fue a dar sobre el techo de una vivienda y sufrió diversas fracturas. Fue llevado de urgencia al Hospital San Juan Bautista de la ciudad de Catamarca, donde permaneció más de veinticinco días en terapia intensiva.

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Cuando salió del estado de coma, para muchos fue un "milagro". En tanto, los médicos continuaban hablando de "estado reservado" y dijeron que era el paciente más grave del hospital. Aún con costillas y pelvis rota, el Moro se manifestaba lúcido. Entonces su hija Micaela dijo "Será el más grave, pero es el más fuerte".
El recuerdo de las palabras de su hija lo hizo sonreír y reflexionar: "En un momento yo pensé, cómo voy a morirme si defiendo la vida". Y fue saliendo a la vida. Entonces llegó el "alta médica" pero los huesos de su pelvis seguían rotos y desviados.
En julio se trasladó a Buenos Aires para atenderse en el Hospital Argerich, donde sólo le sacaron una placa. Lo rechazaron como paciente y no lo derivaron a otra institución. "El Moro estaba muy abrumado -recuerda hoy su hermano Arturo- porque no encontró la atención que vino a buscar".
Sin suerte consultaron en otros centros de salud, hasta que el 1 de agosto, el Hospital General de Agudos Juan A. Fernández aceptó al paciente César Rolando Flores, oriundo de Chaquiago, Departamento de Andalgalá. Para las amistades, "el Moro", como lo bautizó una amiga porque "morocho" le resultaba una palabra larga.
El ánimo del Moro mejoró en estos días, pero la noche anterior a este encuentro había sufrido mucho porque le hicieron una tracción de rodilla. "Fue una situación muy dolorosa y traumática. Para distraerme pensaba en mi familia y en mi compañera, que es de fierro. Me aferré a ellos porque son la vida". Se emociona con el recuerdo de su madre que lo llamó por teléfono ni bien terminó la intervención. Permanece pensativo un momento y agrega: "Y también cantaba."

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¿Qué cantabas?
Hasta siempre -dice en voz muy baja, como si alguien pudiera escuchar.

Comandante Che Guevara.
Sí -apenas susurra-. Cantaba bajito para mí.

Hasta en los momentos personales duros aparece el militante.
Regresé a mi pueblo natal hace tres años para vivir con mi familia pero no puedo permanecer indiferente a un proyecto megaminero que apunta a los recursos naturales y que mata en nombre de un falso progreso. Nuestros pueblos siguen condenados a la desocupación, al analfabetismo, a las desigualdades más grandes y porque asfaltan una ruta para que pasen sus camiones, pretenden que creamos que eso es progreso.

O porque donan una ambulancia. La que te trasladó al hospital de Catamarca decía "Esta unidad fue donada por Minera Alumbrera".
En el hospital había un cartel con publicidad de esa empresa. Es una locura que una institución pública reciba dinero de una minera.

Hay complicidad por parte de los funcionarios públicos.
Y entreguismo. La aceptación de proyectos megamineros por parte de los gobernantes confirma que nuestra condición de país dependiente y neocolonial no ha cambiado porque entregan los recursos naturales a las potencias que vienen a saquearnos y a cambio nos dejan destrucción y muerte. Eso es lo que me indigna y me mueve a la protesta. Espero salir bien de esta situación y empezar a caminar para seguir en la lucha.

En ese contexto de lucha se produce el accidente. 
Es parte de la militancia. Una radio comunitaria es una herramienta necesaria para difundir las problemáticas de nuestros pueblos. Creo en la necesidad de medios alternativos para informar aquello que los medios hegemónicos ocultan o censuran.

Comunicar tiene un valor importante para vos.
Estudié periodismo, trabajé en radio, en el Canal 4 Utopía, que funcionaba en el barrio de Caballito. Necesito comunicar.

Esa necesidad también se manifestó en tu Facebook cuando comenzaste a recuperarte. Un mensaje decía: "Estos escritos no están hechos para describir el dolor ni el sufrimiento, están hechos en la necesidad de conversar con ustedes". 
Eran escritos de "necesidad y urgencia" en medio de una situación crítica y dura. La internación en el hospital es algo traumático, desesperante para alguien que tiene otros hábitos de vida, entonces me surgió la necesidad de dictarle a Karin para comunicarme con mis amigos. En estos momentos todo pasa por los afectos y eso levanta el ánimo, hace aguantar los dolores.

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Los reencuentros te ayudaron.
Me dio mucha fortaleza y alegría volver a comunicarme con mis amistades.

Tus amigos ambientalistas organizaron festivales para juntar fondos.
Sí. Me demostraron que no se ha perdido el espíritu solidario. Agradezco mucho esos grandes gestos de tantos compañeros porque mi estado de ánimo a veces es un bajón. Les mando mis saludos y agradecimiento a todos. Ellos, como mi familia que me acompaña, han sido lo lindo de esta jodida situación.

Tus relatos se titulaban "Memorias intensivas", ¿por lo intenso del momento o por la terapia intensiva?
Por la terapia intensiva. Karin tomó nota de muchas cosas pero no las publicó, quizás lo haga más adelante.

También mencionaste que te habían robado el mes de abril, mes del accidente.
Así dice una canción de Sabina. Cuando me enteré que había estado casi un mes inconsciente en terapia intensiva sentí que me habían robado un mes de vida. En abril cumplió 15 años mi hija Wara, ella vive en Buenos Aires y yo tenía pensado venir, quería estar con ella y darle una sorpresa. También estaba viviendo momentos lindos con mi compañera, tres meses antes había nacido Runa y el 12 era mi cumpleaños.

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¿Runa es un niño o una niña?
Un changuito. En Aymara quiere decir "hombre" y Wara significa "estrella".

¿Tus antepasados son aborígenes?
Sí, diaguita. Mis abuelitos lo eran.

Tu niñez estuvo muy vinculada con la naturaleza, entonces.
Claro que sí. Recuerdo que en Chaquiago, de niño llevaba las ovejitas hacia los cerros y mientras ellas pastaban, yo sentía mucha curiosidad por las cosas que pasaban fuera de mi mundo.

¿Qué motivaba tus fantasías?
Escuchar el radioteatro y leer revistas de historietas que nos llevaba un tío. A mí me encantaba leer y me preguntaba cómo era esa vida que contaban las revistas y los libros que más tarde comencé a leer.

Hasta que un día empezaste a encontrar las respuestas.
Sí, me mudé a Tucumán y luego a Buenos Aires, donde trabajé de señalero ferroviario en el Roca y fui dirigente sindical, resistimos la privatización pero hubo consenso social para que se hicieran. A veces se pierde y otras se gana.

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También sos artesano.
Empecé tallando madera y terminé haciendo orfebrería. En el último lugar que estuve fue en la Feria de Mataderos. Antes del accidente estaba produciendo otra vez pero ahí quedó todo.

¿Recordás el momento del accidente?
Nada. No recuerdo nada.

¿Qué sentiste cuando saliste del estado de coma y te encontraste en terapia?
Salí de a poco. Mi familia me hacía preguntas para saber si había quedado bien de la cabeza porque también me la golpeé mucho. Al principio era confuso porque la medicación me producía una especie de delirio y ellos dudaban. -El recuerdo de lo que le contaron de aquellas conversaciones lo hace sonreír-.

¿Qué deseás hacer en este momento? 
Levantarme para seguir buscando el cambio. Las transformaciones sociales sólo son posibles en el marco de la lucha colectiva y quiero ser parte de eso.

Buenos Aires, 4 agosto de 2012
Fotos en el Hospital Fernández: L.G.

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