Domingo Cavallo |
Se palpa en la calle, se nota en todos los medios de comunicación social y especialmente, en el ciberespacio. La gran mayoría de los argentinos sintió y siente una gran felicidad desde que se anunció la elección del Cardenal Jorge Mario Bergoglio como nuevo Pontífice de la Iglesia Católica con el nombre de Papa Francisco. Sólo unos pocos fanáticos del odio y el resentimiento manifestaron su desagrado, pero el grueso de los dirigentes sensatos y los comunicadores sociales se encargaron prontamente de desmentirlos.
El Papa Francisco será un gran pastor del rebaño universal. No se inmiscuirá para nada en las mezquindades y miserias de la política Argentina pero tendrá sobre nuestro pueblo el mismo efecto benéfico que proyectará cobre toda la humanidad. Pueda que influya relativamente más, pero por el simple hecho de que, en promedio, los argentinos estamos más alejados que el resto de los pueblos del Mundo, de las virtudes que siempre predicó con el ejemplo el hoy Papa Francisco. Un diario colombiano tituló con chispa:” El Papa es Argentino…pero modesto”, podría haber agregado “El Papa es Argentino… pero modesto y predica el amor y el encuentro, no el odio y el desencuentro”. Lo primero que debemos hacer los argentinos, para darle sentido a la felicidad que nos embarga, es reflexionar sobre cuan alejados estamos de compartir las virtudes que vive y predica el nuevo Papa.
Además de una gran felicidad popular, el Papa Francisco ya ha permitido, con su sola presencia, que los Argentinos conozcamos, sin lugar a dudas, quienes son los compatriotas que nunca van a contribuir a la pacificación de los espíritus y al progreso material de nuestro pueblo: son los, afortunadamente pocos, que en lugar de mostrarse alegres han salido a pregonar su resentimiento y su vocación por el odio. El que sean muy pocos y que la mayoría de quienes hasta dos días atrás contrastaban mucho con las virtudes que siempre predicó el Cardenal Bergoglio, a pesar del susto inicial que reflejaban sus rostros, hayan también comenzado a manifestar alegría por la buena nueva, es alentador.
Ojalá que la felicidad que nos embarga sea el reflejo de que la mayoría de los argentinos por fin hayamos decidido imitar sus virtudes y dejar atrás los vicios y defec
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